sábado, 11 de febrero de 2012

ENTREVISTA, por Luca Lorenzon

Décima parte de una extensa entrevista realizada a principios de 2011 para el blog Che Cosa Sono le Nuvole.

LL: En los últimos años, muchas de tus obras reaparecieron en el mercado italiano, ahora en tomos recopilatorios, y a través de distintas editoriales, principalmente las de Francesco Coniglio. ¿Cómo es el trato con estos editores?

CT: Francesco Coniglio es un excelente editor, propone contratos justos, paga sus adelantos y hace rendiciones de cuenta que los autores recibimos con puntualidad. Tiene, sí, problemas con sus sucesivas editoriales, que caen para reaparecer con nuevos nombres. Una gran cantidad de material que nos había comprado cuando existía la ACME, nos lo devolvió (pese a haberlo pagado muy bien) cuando se vio envuelto en un conflicto grave que impidió, entre otras cosas, la publicación de una revista que llegó a anunciar en las publicaciones ACME y se iba a llamar “Novelle”. Con esta restitución intentaba no causarnos perjuicios con otros materiales que habíamos acordado enviarle y que ya estaban en producción. La Mare Nero también, en un momento, tuvo problemas para seguir editando, pero nuestro único problema fue que no nos compró muchas cosas. Finalmente, la Coniglio Editore, ha comprado algunas historias que han ido apareciendo últimamente, como Cybersix con la numeración francesa que tanto le gustaba a Carlos Meglia.
Con Paganelli de El Grifo sí tuvimos problemas. Para cobrar el segundo libro de Io Sono Un Vampiro, que había publicado sin contrato, sin anticipo y sin avisarnos, debimos contratar a un abogado. Después de eso Paganelli intentó publicar el tercer álbum pagando un adelanto ridículo en la idea de que, habiendo dos partes de tres en el mercado italiano ningún editor compraría la tercera. Y no se la vendimos, obviamente por lo que la publicación de la obra en tres tomos quedó trunca.

LL: Además de las reediciones, a principios de este siglo tuvimos también un trabajo tuyo 100% inédito, junto a Laura Scarpa, titulado Come la Vita. ¿Cómo surge ese proyecto?

CT: Fue Mare Nero de Francesco Coniglio, la que pagó la primera publicación de ese trabajo tan refrescante y dibujado con ese estilo tan italiano por la muy inteligente Laura Scarpa. En una cena con el editor hablamos largamente de un fumetto que contara cosas sin dejar nunca de apegarnos a la realidad. Fue un hermoso desafío.

LL: ¿Por qué quedó inconclusa la serie?

CT: La caída de Mare Nero arruinó el proyecto. Eso y la escasa repercusión que logramos en otros países, donde Come la Vita no se vendió bien. De la tercera y última parte hay un cuaderno lleno de notas, y también tantos bocetos de Laura. Pero cada día que pasa, seguir con el proyecto va a costar más. Yo tengo mucho trabajo, Laura Scarpa ha hecho un crecimiento fenomenal como editora y directora de publicaciones. Es una verdadera pena la que me produce recordar este proyecto inconcluso.

LL: Vos siempre hablás bien de Coniglio y él siempre habla bien de vos. ¿Te acordás cómo nació esa relación?

CT: A Francesco lo conocí a comienzos de los años ´80, cuando tenía una escuela de cómics en la via Vacuna de Roma y hoy, sobre todas las cosas, somos amigos. Tuve y tengo con él una gran empatía, hemos hablado de muchas cosas, me permitió compartir algunos de sus amigos, que son gente maravillosa, lo escuché tocar en la guitarra temas de los Beatles, hablamos largamente de François Truffaut, director de cine que los dos amamos.
Sobre Truffaut tengo una historia en la que Francesco tiene mucho que ver. El día de la muerte del inventor de Antoine Doinel, 21 de octubre de 1984, yo estaba en Roma. Era un día de sol, casi caluroso, y la noche tranquila permitió sentarse en la vereda de un pequeño restaurante durante algunas horas. Había quedado en cenar con Francesco, como tantas otras veces. Cuando nos vimos, los dos estábamos conmovidos por esa muerte. Hablamos de Truffaut, creo que hasta se nos escapó alguna lágrima pensando que no ibamos a ver nunca qué más le pasaba en la vida a ese doble maravilloso que se había construído y que interpretaba Jean Pierre Leaud. Dimos vuelta su filmografía, recordamos escenas memorables (Antoine Doinel diciendo una y otra vez su nombre ante el espejo antes de salir a encontrarse con uno de sus amores, Antoine Doinel saliendo del tribunal asediado por los periodistas en El amor en Fuga, la caida deliberada al agua del auto antiguo en Jules et Jim, la voz de Jeanne Moreau cantando Le tourbillon…). Y nos fuimos a dormir.
Esa noche tuve un raro sueño: yo llegaba al hotel después de esa cena melancólica y recibía el llamado de otro amigo, Luca Staletti, que nos anunciaba que, por razones de derechos, había una última película de Truffaut que jamás se iba a estrenar y que, no me explicó por qué, esa noche podríamos verla en un microcine de Roma. Le dije que salia para allá, llamé a Francesco, pasé a buscarlo con un taxi, fuimos juntos a ese raro lugar al que para llegar había que descender una interminable escalera, vimos algunas caras conocidas del cine y la literatura (Fellini, John Cassavettes, Ray Bradbury, un viejísimo John Huston, Orson Welles). Todos estábamos allí para ver esa película irrepetible.
Se apagó la luz, comenzó la proyección y vi, entera, sin cortes, una película de Antoine Doinel, la última, la que jamás nadie vería porque era solo un sueño. Un sueño que contaba tristezas, finales, muertes y esperanzas.
A la mañana, cuando me desperté, tomé notas frenéticas sobre lo que había soñado. Esas notas las tengo sobre mi escritorio desde hace años. Han ido tomando forma y, seguramente, en el 2012 se convertirá en una historieta. Pablo Túnica, que está haciendo conmigo los últimos tramos del primer tomo de La Françoise para Delcourt de Francia quiere dibujarla. Estará dedicada a Francesco, claro. Y será la segunda vez en mi vida que dedicaré una historia. La primera, no hace mucho, fue Jusepe en Amerique, publicada por Gallimard en Francia. Y se la dediqué a Danilo, mi primer nieto, que hoy tiene cuatro años.

LL: Otra historieta tuya que –por su temática- no se publicó en la Eura fue Cicca Dum Dum, dibujada por Bernet. ¿Qué me podés contar de esta obra? ¿Te resulta ofensivo que se la considere pornográfica?

CT: No me ofende que se diga que Cicca es una historieta porno, claro que no. Tiene muchos explícitos sexuales, como sabés. También es paródica, me parece. Fue gracioso, nos la pidieron a Jordi y a mi para la revista Penthouse española porque los comics que publicaba la publicación madre norteamericana les parecían demasiado pacatos. El mercado español es brutalmente más explícito que el yanqui. Sólo teníamos una consigna que había que cumplir sí o sí: cada cuatro páginas debía haber una escena de sexo lo más bestial que se pudiera.
No es fácil construir una historia, a menos que sea caricatural, con semejante consigna. Y así Cicca vivió sus aventuras con Al Capone, con la revolución mexicana, con el gorila de Trumba, con los jeques árabes, desnudándose y dejándose amar en el sentido más carnal del término… una vez cada cuatro páginas.

LL: Fue una serie exitosa, no? ¿Cuántos tomos hicieron? ¿Piensan continuarla?

CT: De Cicca hay seis historias de 64 páginas – todas han sido reeditadas en album por Glenat hace poco – y algunos episodios aislados y autoconclusivos de 4 páginas que no alcanzan para hacer un libro. Es, ciertamente, un ciclo terminado.

LL: También de este milenio es otra historieta muy interesante que hiciste junto a Walter Fahrer, llamada Mon Nom n’est pas Wilson, que combina una cosa medio onírica con un excelente comic de acción. ¿Es verdad que el personaje está inspirado en un verdadero agente de la CIA?

CT: Lo que tengo, en Europa, es un psiquiatra amigo que medicaba espías norteamericanos en un consultorio que le habían instalado en la embajada norteamericana en su país. El fue quien me contó la pertinaz paranoia que aquejaba a los espías. ¡Claro! ¡Como no vas a ser paranoico si te pueden estar siguiendo para matarte! Eso fue el disparador de la idea: la locura y las visiones de un espía americano. Que no se llama Wilson, aunque jamás conocemos su verdadero nombre. Y que tiene una psiquiatra enamorada de él y sombras misteriosas que lo persiguen que no se sabe si son verdaderas o no.

LL: ¿Puede ser que originalmente se haya pensado para cinco tomos pero hayan hecho sólo tres?

CT: Siempre existe la posibilidad, cuando se hace un album franco-belga, de que sea un suceso de ventas y se continue. Pero lo habitual es que planeen tres álbumes, te pidan que no hagas morir a los protagonistas y que, si las ventas te acompañaron, hagas alguno más. Las ventas, para nuestra desgracia, no acompañaron a la colección de serie negra de Casterman y Wilson terminó junto con el tercer volumen y con la colección. Todo cierra, al final, por suerte, por lo que no se nota que la serie tenía alguna posibilidad de seguir adelante.

LL: También volviste a la contratapa de Clarín junto a O’Kif, con la tira CaZados. Acá mucho no se entiende. ¿De qué se trataba?

CT: “Sposati” e “cacciati” es prácticamente la misma palabra en español. Casados y Cazados, que para el habla argentina que no pronuncia las zetas sino como eses, se dicen igual. Con eso jugaba la historia que apareció en la contratapa de Clarín durante dos años: un chico embaraza a su novia, se va a vivir con ella, esperan un bebé, andan con su embarazo y sus inseguridades a cuestas, tienen familias espantosamente disfuncionales. El período se corresponde con un momento muy angustiante de la Argentina, el de la quiebra del país en 2001. Y entonces se ven pobres que revuelven la basura, ex ricos que tienen que vender el auto y la casa para comer, gente habituada a ir a los restaurantes a cenar que se consuela oliando las fragancias que llegan desde la cocina de los mismos. Traté de que cada día tuviera un gag. Duró poco porque el Clarín decidió, luego de un cambio de director, renovar la página de humor e historietas. Eliminaron las historietas y dejaron solo el humor. (el lunes, la undécima parte)

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