LL: A partir de 1978, y una vez clausuradas Satiricón y Mengano, empezás a colaborar en Ediciones de la Urraca, la editorial de Andrés Cascioli. ¿Qué recordás de esa etapa?
CT: Creo que ya hablé bastante de Ediciones de la Urraca. Cascioli, su propietario, amaba las historietas y quería que en cada revista hubiera alguna, aunque el material humorístico y el periodístico-satírico ocupaban la casi totalidad de su revista Hum®, los relatos de ciencia ficción casi todas las páginas de Péndulo y la música de rock era el tronco central de Hurra. En las tres revistas escribí historietas. Pero en un momento la editorial sumó SuperHum® a sus publicaciones y allí desarrollé bastantes cosas, con Altuna, Mandrafina, Sanyú, Lito Fernández, Tabaré, Fortín y otros.
A la hora de releerlas, hay que tener en cuenta que eran publicaciones de resistencia a la monstruosa dictadura militar que vivíamos. El humor tenía algo de militancia. Y no era el lugar para publicar historias frívolas y amables, por supuesto.
LL: Donde se ve más clara la resistencia al régimen es en Bosquivia, no? La que escribías con Saccomanno y dibujaban Tabaré primero y Fortín después.
CT: Bosquivia era una historieta política, el nombre recordaba el de Bolivia, una república de America del Sur tan castigada por las injusticias. Pero ese bosque-jungla habitado por animalitos era, en realidad, la Argentina. Y con notables aproximaciones gráficas de Tabaré, esos buitres se parecían a los periodistas pagados por el régimen militar, y esos rinocerontes bestiales a los generales que ocupaban, entre otros, el ministerio de Cultura de la Nación. En Bosquivia, los animales más fuertes castigaban brutalmente a los más indefensos y todo eso los lectores lo leían en lugar que debería haber ocupado la prensa más masiva, que jamás criticó ni denunció la barbarie en la que habíamos caído. En muchos números de SuperHumor, Raul Fortín dibujaba las tapas con personajes de la historieta (y luego dibujaría la historieta cuando Tabaré dejó de hacerlo después de asustarse de algunas amenazas que llegaban a la redacción).
LL: ¿Cómo hacía Cascioli para no ceder a las presiones que seguramente le hacían sentir los militares desde el gobierno?
CT: Si uno las mira ahora, no parecen tan opositoras al régimen como parecían en aquellos años de silencio de la prensa. No hablaba de algunos temas cruciales (los desaparecidos y las torturas, por ejemplo). Es probable que su éxito haya ayudado a su permanencia en los kioscos: criticaban algunas cosas y eran, también, válvula de salida a tanto enojo que se percibía en la calle. Poco antes, en 1976, esos mismos militares habían prohibido Mengano, en la que yo trabajé como jefe de redacción después de dejar Satiricón. Y Mengano era muchísimo más suave y mucho menos controversial que Hum®. Seguramente hacía falta un poco de humor y, tal vez, las cúpulas militares pensaban que los chistes y las historietas no eran nada peligrosos.
LL: La revista Don, aquella publicación de impronta erótica donde debutó El Husmeante, ¿sale después de la dictadura militar?
CT: Los militares dejaron lugar a un gobierno democrático en dicembre de 1983, empujados por sus fracasos en el rumbo económico, en una guerra ridícula por las islas Malvinas que terminó con centenares de adolescentes muertos en aquellos páramos dominados por ingleses y norteamericanos.
Don apareció antes de esa partida desordenada de los uniformados, en 1982. Era sorprendente, luego de tanta represión presuntamene cristiana (apañada por la cúpula de la Iglesia Católica, por otro lado) ver en el quiosco una chica desnuda en la tapa de una publicación. Allí publicamos El Husmeante con Mandrafina.
Y en una revista de historietas muy particular que apareció al poco tiempo como apéndice de Don, Tiras de Cuero, hice varias historias más, sobre todo con Felix Saborido, con quien ya habíamos hecho varias parodias de historietas muy conocidas en nuestro país relacionando a algunos personajes con la situación del país: un Pato Donald muerto de hambre por la crisis económica, un Mickey drogón enfrentado con un mafioso del narcotráfico, un Corto Maltés que tenía que elegir entre vivir en la Argentina o que le redujeran la cabeza los jíbaros (y elegía esto último), un Eternauta donde los “manos” eran militares argentinos y los “ellos” eran el imperio americano. Pero estas cosas habían ido apareciendo, sobre todo, en revistas políticas.
Se podría comparar la explosión del porno en Argentina con el que había ocurrido en España al morir Franco. Todo reacciona al caer una dictadura: la música, la narrativa, el cine… y las chicas se desnudan, también.
LL: Alguna vez calificaste a Josep Toutain como “un editor iluminado”. ¿Qué recordás de la época en que trabajabas para sus publicaciones?
CT: La intención de Toutain era vender el material en toda Europa y en los Estados Unidos. No imponía temas, pero sus revistas eran temáticas: si se hacían historias para la Creepy española, estas tenían que ser de terror (hicimos una con Gustavo Trigo, titulada Tierra de Monstruos, que hablaba de los monstruos en el mundo real, este de los degenerados que violan niños, de los torturadores, de las madres castradoras). Sobre todo escribí varias historias de fantasía y ciencia ficción para 1984, que luego se llamó Zona 84. Y algunas cosas de aventuras en otra revista de la editorial que se llamaba Comix Internacional. Fue, para los autores, un sitio confortable y revelador en un momento en que los sistemas de producción estaban cambiando y se avanzaba velozmente hacia la “historieta de autor”.
LL: ¿A Jordi Bernet lo conocías antes de empezar a trabajar en Custer, o se conocieron para hacer esa historieta?
CT: Fue Toutain el que nos puso en contacto. Trabajamos sin habernos visto nunca, hablando por teléfono, intercambiando cientos de cartas por correo. Nos conocimos apenas terminada Custer y desde entonces trabajamos juntos, sucesivamente, en muchas historias hasta la actual Clara de Noche, que en estos días está llegando a sus mil semanas.
LL: De esa etapa es esa historieta bellísima que hiciste con Fernando Fernández, La Leyenda de las Cuatro Sombras. ¿Se suponía que eso era apenas el primer tomo? ¿Estaba la idea de seguir trabajando junto con Fernández?
CT: ¿Una fábula moral? ¿Un cambio de eje para las habituales historias de fantasía? No sé, hace poco volví a leerla republicada por Glenat España y me parece que resiste el paso del tiempo, lo que no está mal.
Nunca proyectamos volver a trabajar juntos con Fernando. Apenas nos conocimos personalmente. Él hizo alguna cosa más con guiones propios – recuerdo un suntuoso Drácula - y se retiró de la historieta hacia la ilustración y la pintura y falleció hace muy poco.
LL: Casi todo lo que hiciste para Toutain en Italia salió en la revista L’Eternauta. Me acuerdo que en el correo de lectores te tocó polemizar con el director, Oreste Del Buono. ¿Te acordás de qué discutían?
CT: No recuerdo sobre qué discutimos con del Buono, seguramente sobre héroes maniqueos, rubios que aparentaban defender a los negros pero estaban del lado del imperialismo americano, algo así… L´Eternauta de Zerboni publicó bastantes cosas mías, muchas de ellas compradas a Toutain, que nos representaba. Nunca fue una revista demasiado audaz y se mantenía, en general, lejos de la experimentación formal o literaria de los autores. Creo que se parecía bastante a LancioStory y Skorpio, solo que mejor dibujada. Me parece que cualquiera de las historias que publicó L´Eternauta podría haber salido en los semanarios de la Lancio.
LL: Me acuerdo que también publicaban obras tuyas en la revista Comic Art, como aquella serie, Mack, que realizaste junto a Gustavo Trigo. ¿Esa no salió en otro lado, no?
CT: Con Gustavo hicimos varias cosas: la que te decía antes que publicó Creepy, Manigua, que apareció en una revista de la Eura alrededor de 1987, creo, y Mack, que nos fue encargada por Rinaldo Traini para Comic Art. Me gustaría volver a leer Mack, pero nunca se recopiló en libro y los guiones no los conservé.
LL: En 1984, 10 años después de que Metal Hurlant apareciera en Francia, Argentina tuvo su propia revista en esa línea, que fue Fierro. Ahí publicaste, entre otras, Peter Kampf lo Sabía. ¿Fue un material generado especialmente para Fierro, o estaba pensado para ser colocado en Europa?
CT: Con Mandrafina siempre trabajamos a pedido de Ediciones de la Urraca, en esos casos ellos eran nuestro primer editor. Luego, lentamente, íbamos vendiendo el resultado a otras publicaciones o colecciones en otras partes del mundo. De todos modos, el editor inicial (Cascioli) solo planteaba: “¿Pueden hacerme ocho páginas por mes en una historia de cuarenta y ocho páginas en total?”. Nos conocía, publicaba lo que le entregábamos sin discusión. Y siempre funcionó bien.
Poco antes de que se fueran los militares, Ediciones de la Urraca tuvo un conflicto con el poder y un número de Hum® fue quitado de los quioscos por orden del gobierno. Entonces, a Cascioli se le ocurrió arrancar buena parte de las historietas de Superhum® para incorporar allí materiales de humor político y notas periodísticas. Discuti con él por eso y renuncié a la dirección de la revista (que primero había dirigido Sasturain y luego pasó a mis manos). Me alejé, pues, de la editorial y no hice nunca cosas especialmente para Fierro. Peter Kampf era una reventa que hicimos con Mandrafina de una de las primeras historietas que vendimos a la Eura en 1987.
Tengo aquí el texto que publicó Fierro como presentación de esta historieta:
"¿Qué habría pasado si Julio César no hubiese sido apuñalado?
¿Qué, si el sargento Cabral hubiera esquivado el cuerpo en la batalla de San Lorenzo?
¿Qué, si Cervantes hubiera perdido la cabeza en vez del brazo, en Lepanto?
Las ucronías –subespecie de las utopías, y ficciones basadas en estas especulaciones que habrían cambiado la historia de la humanidad– no son una novedad en la ciencia ficción.
Supongamos que en 1910 el joven Adolf no hubiera sido rechazado en la Escuela de Arte de Viena. Imaginemos que perfeccionó su dibujo, que lo llevó a un aceptable nivel comercial, que fue contratado por un syndicate americano, que dibujó historietas, que no se le dio por la política, que no existió la guerra del ’39, que las ideas nazis no prendieron en Alemania, sino en otras latitudes no menos imperialistas." (mañana, la sexta parte)
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