Tercera parte de una extensa entrevista realizada a principios de 2011 para el blog Che Cosa Sono le Nuvole.
LL: ¿Cuándo pasás de producir básicamente para Argentina a trabajar para los editores europeos?
CT: Dejé de trabajar con Record a fines de 1983. Lo último fue el episodio final de Alvar Mayor que está fechado a comienzos de 1984, cuando el dibujante terminó su trabajo. Desde esa fecha y hasta 1986 escribí bastante para que Toutain Editor de España hiciera la primera publicación de mis guiones en sus revistas (1984 -luego Zona 84-, Creepy, Comix Internacional y en Argentina seguí haciendo El Loco Chávez y algunas historias para Ediciones de la Urraca, la revista erótica Don y Tiras de Cuero, una publicación muy interessante dirigida por el semiólogo y poeta Oscar Steimberg. Toutain me había contactado en 1982 y él fue quien primero publicó La Leyenda de las Cuatro Sombras (dibujada por Fernando Fernández), El Ultimo Recreo (dibujada por Altuna), Custer, Light and Bold, Ivan Piire (dibujadas por Jordi Bernet).
En 1986 me contactó Filippo Ciolfi de la Eura para que trabajara directamente para ellos. No les interesaba ser agentes del material en los demás países de Europa y solo pretendían un derecho exclusivo por un tiempo no muy largo para Italia. Seguramente sus intentos de vender en otros países habían fracasado. Francia, que es el gran mercado europeo, nunca apreció el comic a la italiana, lo llamaban fumetì, con acento en la í y lo criticaban porque – decían – los italianos (y parte de la escuela argentina que vendía su producción a la Eura) dibujan demasiado de cerca y hacen historias de aventuras con cabezas parlantes.
LL: En tus trabajos para Record, ¿había una colaboración directa con el dibujante, o el editor le asignaba tus guiones a los dibujantes sin demasiado control de tu parte?
CT: Los guiones se llevaban a la editorial y eran ellos, Scutti y la persona que hacía el editing del material, María Teresa Lentini, quienes decidían si estaban bien o eran rechazados. María Teresa era una persona sutil, clara y con autoridad para discutir con los autores y para torcer su vanidad. No Scutti, que entendía lo que pensaba Zerboni pero era incapaz de trasmitirlo. Siempre pensé que Lentini era un cerebro gris que manejaba los temas, las estructuras y la ideología de las historias con gran capacidad. Una vez aprobado el guión, se lo pasaban al dibujante. Yo tuve la suerte de trabajar, en la mayoría de los casos, con artistas que conocía, así que siempre podía hablar con ellos e intercambiar ideas sobre cómo pensábamos cada uno que había que desarrollar el cuento. Incluso, algunos de los dibujantes los propuse yo a la editorial. Mi experiencia en García Ferré, en Patoruzú, en Satiricón y en Mengano me habían contactado con mucha gente.
LL: De ese período, probablemente tus mejores historietas hayan sido las dos que hacías con Enrique Breccia: Alvar Mayor y El Peregrino de las Estrellas. ¿Por qué creés que esta última duró tan poco?
CT: Creo que la Eura era, en definitiva, quien decidía sobre qué material se publicaba en Italia y qué material no les interesaba. Probablemente, en el caso de El Peregrino de las Estrellas, fueron ellos quienes bocharon la serie y por eso se interrumpió abruptamente la producción. A mí, en Record, me dijeron que había que terminarla porque querían darle otra tarea al dibujante y que necesitaban más episodios de Alvar Mayor y la producción de El Peregrino obstaculizaba esa necesidad. El hecho de que en Italia existiera una autoridad superior a la de Record era para los autores apenas una intuición más que una certeza, ya que el editor argentino trabajaba sin explicar nada sobre las reventas al exterior y nunca, hasta que viajé a Roma por primera vez en 1979, había visto una revista de la Eura.
LL: En Italia, el decimosegundo episodio de El Peregrino de las Estrellas estuvo inédito más de 30 años y se conoció hace poco, cuando la editorial Allagalla reeditó la serie completa. ¿Sabés por qué Eura nunca lo publicó?
CT: Ahora que lo mencionas, es probable que el hecho de que la Eura haya rechazado esa historia sea la causa de la interrrupción de la serie en Record. Pero esa niebla misteriosa que rodeaba todos los actos de Record incluse que yo me haya enterado gracias a Allagalla que había un capítulo inédito.
Hubo una serie, que a Ernesto García Seijas y a mí nos gustaba mucho (El Pequeño Rey), que también tuvo un final abrupto a pedido del editor. Pero, y aquí aquella vidriosa mentira permanente que recibíamos los autores en la Record en lugar de la atendible verdad, a mi me dijeron que era porque a García Seijas no le gustaba y a Ernesto le dijeron que a mi la serie me parecía una porquería por el dibujo. ¡Justamente el dibujo de ERGS, uno de los que más amo! Alvar Mayor, en cambio, se interrumpió cuando decidí no trabajar nunca más para Ediciones Record, a fines de 1983.
LL: En 1975 empezás a escribir artículos sobre historieta junto a Saccomanno. ¿La idea era lograr una aproximación crítica, o histórica?
CT: Fueron cosas distintas. Tit-Bits publicada una y Skorpio la otra. Primero apareció El Club De La Historieta, una sección que se publicaba en Skorpio con noticias y comentarios del mundo del cómic y novedades de la editorial. Poco tiempo después empieza a publicarse La Historia De La Historieta en Tit-Bits. En esta segunda sección, con Saccomanno comenzamos una breve historia de la historieta en el mundo para rápidamente comenzar a escribir la historia de la historieta en la Argentina. Buena parte de esos artículos fueron utilizados cuando se nos pidió el libro Historia De La Historieta Argentina, en 1980, y que ha sido publicado en Italia. Los textos que habíamos publicado en Tit-Bits fueron muy útiles a la hora de escribir la Historia, que con Saccomanno debimos redactar en tiempos muy reducidos porque tenían que llevar parte de la edición a Lucca ´80, dedicada en ese año a la Argentina. Ese año en Lucca hubo una enorme delegación de nuestro país: Juan Zanotto, Mandrafina, Macagno, Breccia padre e hijo, Oski, Fontanarrosa, Caloi, Barreiro, Solano López, David Lypszic y yo (y probablemente me esté olvidando de alguno).
LL: Por afuera de la órbita de Record, en 1974 se produce tu encuentro con Alberto Breccia, que da como resultado Un tal Daneri. ¿Cómo fue esa colaboración? Y en relación a esto, me sorprende cómo los dibujantes clásicos argentinos siempre están dispuestos a colaborar con los guionistas más jóvenes. Breccia con vos, Zanotto o Solano López dibujaron guiones de un muy joven Barreiro, Del Castillo y Enrique Breccia con Slavich y Mazzitelli ya en los ´90...
CT: A Alberto Breccia lo conocí en Satiricon, en 1972. Tomamos un café, hablamos de historietas, se ve que él fue leyendo algunas cosas que yo escribía porque en 1973 me llamó para proponerme que hiciéramos una serie de episodios breves. Fue Un tal Daneri, que le gustó mucho y empezó a dibujar enseguida. Con relación a tu sorpresa sobre la disponibilidad de los dibujantes te puedo decir que en 1974 ó ´75 la militancia política de Oesterheld lo estaba apartando de la producción –digamos– comercial, para volcarlo a historias con precisos significados ideológicos en revistas y diarios “de partido” (el semanario montonero “El Descamisado”, el diario montonero “Noticias”). Su desaparición física, en 1977 terminó con la posibilidad, para los dibujantes más viejos, de contar con su pluma irrepetibile. Todos, entonces, debieron buscar nuevos guionistas, supongo. Y Ediciones Record fue perdiendo, en los años sucesivos, algunos autores importantes, como Eugenio Zappietro, que comenzó a vender sus trabajos en Italia sin intermediarios. Es posible que las necesidades del mercado fueron inventando nuevos autores, algunos de gran talento, por supuesto.
LL: ¿La realización de Un tal Daneri fue un poco caótica, o problemática? Te pregunto esto porque en Italia, en cuatro años (1974 a 1977) se dieron a conocer apenas 8 episodios... ¿Esto fue voluntario, o hubo impedimentos en el medio?
CT: No, ninguno. Fue un trabajo muy meditado y respondió a las necesidades de Alberto Breccia. En algún momento se puso a hacer otras cosas para vivir y Daneri pasó al cajón de los recuerdos. No era una serie pensada para tener un final. Eran pequeños episodios con remate. Y un poco todo lo que escribíamos en esos años tenía que ver con un sistema de producción de hacer uno o dos episodios todos los meses teniendo en cuenta que tuvieran un remate fuerte. Nadie pensaba en el final y se interrumpían porque los autores corrían en pos de nuevos horizontes o algo así. (mañana, la cuarta parte)
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