Primera parte de una extensa entrevista a Carlos Trillo realizada a principios de 2002 y mayoritariamente inédita.
1. Historieta y política: entre la censura y la alegoría
- Pablo De Santis dijo en Historieta y política en los 80 que “El humor y la política son inseparables; la historieta y la política, no”.
-Puede ser, porque se puede hacer historieta política u optar por hacer cualquier otro tipo de historieta. Pero también podés hacer humor no político. Lo que sucede es que si vos le buscás una lectura oculta a cada cosa, siempre vas a encontrar una posición política o ideológica detrás.
- Ya sea por casos de censura editorial o de autocensura de sus creadores, la historieta no ha sufrido a lo largo de su historia fuertes condicionamientos desde el poder. ¿Usted qué opina sobre este tema?
- La historieta siempre ha sido un lugar marginal, un espacio alejado de las escasas lecturas del Coronel. Por ejemplo, el hecho de que en los años de plomo fuera publicado Héctor Oesterheld no parecía afectar en absoluto a los militares. No lo mataron por historietista sino por montonero. Es otra cosa. Alfredo Scutti siguió publicando a Oesterheld en su editorial, Ediciones Récord, aún después de su desaparición fisica. El hecho de que con Saccomanno publicáramos un artículo mensual diciendo que “Oesterheld había sido el más grande escritor de todos los tiempos”, que era una manera de aludir a su desaparición, no fue tomado en cuenta por la dictadura. Por supuesto que cuando escribíamos que Héctor había desaparecido, el editor lo tachaba. Scutti tenía mucho cuidado y no quería ofender a “La Bestia”. Con Saccomanno dijimos muchas cosas de Héctor en Tib Bits y en Skorpio, incluso llegamos a hacer una historia de la historieta por entregas, que luego se recopiló en un libro , en el que Oesterheld es el personaje rutilante.
- En una etapa en que la historieta es definitivamente un consumo masivo, ¿cómo es que no existen relatos ni memoria pública acerca de una posible represión y censura? Lo planteamos porque investigamos que los lectores de las publicaciones de historieta y humor gráfico coinciden, en general, en que “allí se podían decir ciertas cosas que en la televisión, la radio o los diarios no estaba permitido”...
- Puede ser que la historieta no sea el terreno en el que la censura este más atenta. Pero censura, había en todos lados. Lo que sucede es que algunos consumos eran vistos como “menores” por la dictadura. Cuando sale Hum@, no es lo mismo, ellos saben que la revista vende mucho. Ahí está el peligro, la masa lectora. En particular, los episodios de censura que padecí no fueron tantos. En la revista Hum® éramos una banda de inconscientes. Lo que yo escribía no estaba en la mira de nadie pero eso creo que tiene sus razones. Mis historietas no son puramente ideológicas. Por entonces, me acuerdo que yo escribí “Las Puertitas del Señor López”. Si vos querés podes buscarle una vuelta ideológica a ese guión y también podés hacer esa lectura de “El Ultimo Recreo”, por citar otro caso. Sin embargo, yo no sé si esto es tan así. Voy a dar un ejemplo: “Buscavidas”, de reciente aparición en Francia, una historia dibujada por Alberto Breccia. En el prólogo se hizo un largo trabajo teórico acerca de la etapa represiva y se decía que nosotros a través del trazo alegórico hacíamos un trabajo político de denuncia a la situación imperante. Entonces este trabajo enfatizaba algo así como “¡Qué inteligentes estos historietistas que engañaron a los dictadores y decían lo que no se podía decir!”. Yo no creo que ésto sea así, me hubiera gustado, pero no fue así. Nuestra intención no fue ni la denuncia al orden imperante ni nada por el estilo. Nunca cuando escribí lo hice queriendo decir nada más acá ni más allá de lo que dije. Contar una historia fue mi propósito y no hacer ideología a través de ella.
- ¿Entonces nunca quiso escribir o contar nada acerca del horror de esos años?
- A mí me parece que nosotros no fuimos valientes, en todo caso, éramos inconscientes. No ejercíamos la barricada frente al régimen. Los que trabajamos en la historieta y el humor por aquellos años, estábamos protegidos por un tipo de estructura. Yo tuve algunos episodios de censura en Clarín, con la historieta “El Loco Chávez”, pero ni siquiera me llamaron del diario para bajarme línea sobre cosas que no se podían poner. Creo que estaba implícito, que nos dimos cuenta solos. Una vez nos ocurrió una cosa curiosa: nos llamaron a Altuna y a mí de la agencia de noticias Telam para decirnos que “el Loco Chávez no estaba muy bien visto” pero que si nosotros hacíamos “otro tipo de historietas” para que Telam distribuyera en los diarios del interior, en donde “se mostraran las bellezas de la patria a través de la mirada de un aventurero” la cosa iba a andar “bien”. Les dijimos que “no teníamos tiempo” porque la historieta del Loco “nos llevaba todo el día” . No era cierto, por supuesto, pero funcionó como pretexto. No nos molestaron más.
-¿Para usted que no se haya censurado la tira es porque el diario Clarín los protegió?
- Claro, no por “bondad”, pero Clarín respondía por su gente. El diario estaba en contra de la política económica de Martínez de Hoz , por lo cual en la historieta vos podías decir “las mandarinas están caras” y estaba todo bien porque la línea editorial era agresiva con el plan económico de Martínez De Hoz, no así con los militares. Las denuncias que daban la vuelta al mundo no salían en Clarín ni en ningún otro medio que apareciera con distribución normal en quioscos. Seguramente, parte de la subsistencia de los medios tenía que ver con esta – llamemos – discreción...
- ¿Cuál es el caso de la revista Hum®?
- Hum® sí era agresivo con los militares, bueno, en cierta forma. Si ustedes siguen la historia de la revista, la denuncia toma cuerpo en la parodia y en la sátira. Nunca fue una denuncia directa y en algunos casos ni siquiera indirecta. Hay que evaluar que en los tramos más BRUTALES de la dictadura en la revista Hum® se hablaba de fútbol o de farándula. Me acuerdo de una tapa en la que está Harguindeguy con un hacha. El texto no decía: “te vamos a cortar la cabeza”, sino algo así como “vamos a colocar una autopista”. Es decir, en general, cuando el dibujo era agresivo el texto no lo era, y viceversa. El texto cumplía la función de aligerar los dibujos que podían molestar al régimen. Cascioli siempre manejó las cosas para sobrevivir y aún así no pudo escapar a una cuota de censura que por momentos se sintió con fuerza. Hay un famoso número que nunca salió . Había una teoría que circulaba por ahí según la cuál los militares no es que “no le daban bola a Hum®” sino que la seguían muy detenidamente porque era una revista que le servía a la gente como “válvula de escape”. Algo así como un arma para “descomprimir los ardores de la sociedad”. Pero las historietas seguro que estaban al margen de toda observación por parte del poder de esa época. Eso es así. Porque por ejemplo, retomando la pavada que les conté del “Loco Chávez”, ese llamadito que no fue nada, en otro medio representó otra cosa. La misma historia se quiso llevar a televisión y fué prohibida rotundamente cuando habían aparecido unos cuatro capítulos (Canal 11, 1978). Los militares dijeron enseguida que “El Loco Chávez era un mal argentino porque no le hacía caso al jefe y además le gustaban las mujeres”. Así que la levantaron del aire, pero la razón del porqué lo hicieron fue dicho de palabra a la gente de la productora y nunca se manifestó por escrito. El diario, en cambio, permitió que el personaje tuviera larga vida. Hum® también era una empresa privada y al igual que Clarín no molestaba demasiado al régimen. En el caso de Hum®, tal vez, su existencia mostraba cuán elásticos eran permitiendo que se hicieran bromas de ellos. Se le tomaba el pelo al Mundial de Fútbol, se criticaba una medida económica, mucho más no podías avanzar, sobre todo en los primeros años de la dictadura. Si querías decir más no salías ni siquiera de la imprenta porque, solapadamente, había censura previa y en los talleres gráficos “alguien” leía todo lo que estaba por salir a la venta. Hum® jugaba con el límite, pero no traspasaba la valla. Yo me acuerdo de una revista que estaba preparando muy bien un periodista amigo, que desapareció, Enrique Raab. El estaba haciendo una revista que se llamaba El Ciudadano y que iba a salir la noche del golpe. Yo nunca ví la revista en el quiosco y a él no lo ví más. Apenas subieron los milicos lo mataron. No sé qué pasó con los ejemplares sin salir, alguien me contó que los tiraron en un pozo. Cascioli era inteligente y, si se arriesgaba, no era con temas prohibidos, trataba de mantenerse en la zona gris, sin entrar en la negra, lo que justifica que su empresa tenía la intención de sobrevivir en medio de la noche.
- ¿Alguna vez pensó en irse del país?
- Muchos de mis compañeros de la época se fueron. Pero, por ejemplo, cuando se armó lío en Satiricón, yo ya no estaba. Ulanovsky, Mactas, Blotta, entre otros, se tuvieron que ir. Estaban muy amenazados. Tenían miedo...pero a mí no me persiguió nadie. No me iba a ir por bronca ¿o no?. La verdad, es que me quedé porque no me empujaron. En Italia hay un crítico famoso, Oreste Del Buono que dirige desde hace muchos años una revista que mezcla tiras diarias norteamericanas y muchos años una revista que mezcla tiras diarias norteamericanas y opiniones políticas de izquierda radical, un modelo muy raro, pero hay que tener en cuenta que la izquierda italiana, ama a los yanquis. Nuestra izquierda diría: “al Pato Donald hay que fusilarlo”, en Italia, al Pato Donald no sólo lo publican y lo comentan, sino que lo adoran. Un italiano pequeñoburgués piensa: “los norteamericanos nos sacaron del fachismo”. Qué sé yo...cada país se inventa la historia que quiere y puede. Regresando a lo que quería contar: el director de “Linus”, en la época de nuestra dictadura, me dijo una vez en el festival de Lucca: “ustedes tienen suerte, sacan ventaja de la dictadura sangrienta para decir todas las cosas con lindas metáforas. En cambio, nosotros, que le decimos al pan, “pan”, al vino, “vino” y al que nos gobierna “la puta que te parió”, no podemos hacer poesía. Con la alegoría ustedes hacen poesías maravillosas”. Y yo le decía: “prefiero no ser poeta”. Fontanarrosa dijo una vez algo así como que “en las grandes represiones se produjeron grandes productos humorísticos pero que es mejor que el humor sea menos importante para la gente y haya más libertad”. Es cierto. En general, cuando hay libertad, el humor y la sátira son menos llamativos para el público.
- Como Baudelaire: “Todo deviene alegoría a través de mí”. Pensemos en “Bosquivia” una historia que se publicó en SuperHum® y que hacía referencia a personajes y acontecimientos públicos de la etapa...
- Era una historia mensual que salió más tarde, en 1980 o 1981. Todos los meses tomábamos un hecho de la realidad y lo contábamos en esa historieta. Incluso me acuerdo que algunos personajes de ese lugar aparecían en la tapa de la revista: Neustadt como el camaleón, Martínez de Hoz como el zorro, entre muchos. Eran seres animalizados, un relato fantástico y al mismo tiempo... muy cercano a la realidad. (el viernes, la segunda parte)
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