Quien se ponga a leer Custer por primera vez en esta edición del tercer milenio, seguramente pensará que se trata de una especie de secuela de The Truman Show, del Gran Hermano, de Solos en la Casa y de tanto producto que anda circulando por ahí –entre la ficción y la realidad- con el tema de “el-público-espía-morbosamente-lo-que-ocurre-en-la-vida-de-alguna-gente”.
Pero nuestra historia es bastante anterior a este fenómeno, ya que su primera edición en revista data de 1986.
En aquellos años, “la vida de una mujer seguida paso a paso por la televisión” era todavía ciencia-ficción. Las cámaras que el espectador no veía jamás (y nuestra heroína tampoco) no se habían popularizado. La voz omnipresente que era capaz de hablar con Custer sin que ella supiera de dónde brotaba no era posible en aquellos años hoy tan remotos.
En fin, que estábamos inventando lo que hoy es un asunto machacón y hasta aburrido, de tanto repetirse en nuestro paisaje cotidiano.
A quienes se pongan a leer esta historia, con Jordi Bernet les proponemos un juego que consiste en que anoten cuántas cosas no han ocurrido en nuestras vidas.
Por ejemplo:
1)no hay suicidios en tal cantidad como para que la autoridad fije sitios y horarios para matarse.
2)uno no puede comer hamburguesas de novios muertos.
3)aún no existe un conjunto de rock que vaya descuartizando de a poco, en sucesivos recitales, a su musa inspiradora.
4)los productos de supermercado no dicen arbitrariamente que producen cáncer al tiempo que recuerdan que no engordan.
Pero, si ya logramos anticipar en más de una década este mundo sórdido y brutal en el que la gente venda la vida entera –con todos sus jugos, rictus y caries y deposiciones- al yogur que auspicia un ciclo televisivo, ¿por qué no suponer que seguiremos acertando futuros con asesinatos en vivo y en directo, o una sociedad tan alienada como para gozar de la mutilación pública mientras suena la guitarra eléctrica?
A estas alturas con Jordi no sabemos si poner un consultorio de adivinación del futuro o si ir preparando un como donde el plato favorito de los seres humanos sea la caca de perro a las finas hierbas para que en 2018 haya una cadena de restaurantes dedicados a su degustación que habrá eclipsado al Big Mac...
(prólogo a la segunda edición española de Custer, Glénat, 2001)
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