Novena parte de una extensa entrevista realizada para Tebeósfera en 2002.
T: En esos años noventa, Sasturain, De Santis y Lima, desde Colihue, editan libros de cómics interesantes y poco comerciales, Max Cachimba, Sherlock Time, La Guerra de los antartes... ¿Qué opinas de esta actitud editorial poco menos que suicida; el revivalismo es necesario hoy?
CT: Es difícil encontrar historietas completas, sólo se hallan fragmentos, viejas revistas, con números salteados. La idea es buena, republicar todas esas obras que habían salido por entregas y que algunos querrían ver completas. La colección no fue tan mal, algunos de sus títulos, sobre todo los de Alberto Breccia con Oesterheld: Mort Cinder, Sherlock Time, vendieron varias ediciones. Cosecha Verde, de Mandrafina y yo, todavía no llegó a vender mil ejemplares, varios años después...
T: ¿Qué opinas de los movimientos fanzinistas de los años noventa, Suélteme!, Comiqueando, Oxido de Fierro, Lápiz japonés...? ¿Y de obras teóricas recientes, como el Manual de la historieta argentina de Niño Rodríguez, o la obra de Judith Gociol y Diego Rossemberg?
CT: Suélteme! fue una revista muy buena, con humoristas de la nueva generación atiborrados de cosas diferentes para decir. Comiqueando, una revista que tomó la posta de esa que nombramos antes, Comic Magazine, y llegó a ser un intento comercial posible hasta que la crisis terminó matándola. Lápiz japonés era realmente interesante, bien dibujada, bien diagramada, una revista fina y llena de inteligencia que ha de haber vendido poco y costado bastante.
Al Niño Rodríguez lo conozco solo como dibujante y me gusta mucho. La historieta argentina, una historia, de Gociol y Rosemberg es un libro muy trabajado por dos personas ajenas al medio, que se metieron a investigar en archivos y a hablar con autores hasta obtener este libro que me parece fundamental para comprender la historieta que consumimos los argentinos en los últimos 100 años.
T: Ajá; y otra duda: ¿Qué es la HACHA, una asociación?
CT: HACHA fue una revista que, con un criterio próximo a los fanzines, fue publicada por algunos importantes profesionales argentinos del cómic. No les fue bien, para no desentonar con los resultados generales de los últimos años en el sector.
T: Vaya. Ahora una opinión personal: La obra publicada recientemente en España de Julio Cortázar Fantomas contra los vampiros multinacionales está formulada como una mezcla de cómic y literatura, ¿qué relación ves -si la hay- entre la historieta argentina y la obra de Sarmiento, Hernández, Lugones, Arlt, Estrada, Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Juan L. Ortiz, Oliverio Girando, di Benedetto...?
CT: Seguramente, autores de cómics argentinos y escritores argentinos han tenido orígenes comunes. En la historieta, como en la novela o en el cuento, están las intenciones testimoniales, los intentos de bucear en las raíces de la nacionalidad, las aproximaciones a lo fantástico, la necesidad de exprimir la ficción a partir de la vida, o de sacarla de otros libros.
Tal vez los testimonios de Sarmiento sobre lo que él llamaba “los bárbaros” de su época y una historieta como La guerra de los antertes, de Oesterheld y Gustavo Trigo, tengan en común la necesidad de dejar testimonio. Y probablemente a cada autor literario se le pueda poner al lado una obra de esto que Masotta llamaba la “literatura dibujada”: Mort Cinder se emparenta con Bioy Casares, Patria Vieja con Hernández, algunas historias de Fierro con la temática de Arlt, en fin, los argentinos tenemos orígenes comunes, “bajamos de los barcos”, como decía la canción...
T: “El contorsionista”, con Mandrafina, sirvió de base para un filme. Y también hay interés por parte de Miramax de adquirir los derechos de tu obra de 1996 Brujas! Parece como si tu obra resultase apetitosa para los productores cinematográficos ¿a qué crees que es debido?
CT: José Luis Campanella, quien después dirigió en Estados Unidos El niño que gritó puta y en la Argentina El hijo de la novia, hizo con El Contorsionista un experimento de 22 minutos a la manera de las viejas seriales de televisión como Twilight Zone. Con Mandrafina solamente lo autorizamos a llevarlo adelante, era un trabajo para la Universidad y no una cosa comercial. Salió una pieza realmente muy buena, fuerte y profunda que recibió premios y honores. Pero nosotros solamente entregamos la breve historia que sirvió de punto de partida a su film.
Creo que el cine y la televisión miran a la historieta, a veces con más intensidad, otras con menos. Mis experiencias han sido en general buenas: con Meglia vendimos Cybersix para una serie de dibujos animados coproducidos por una empresa japonesa y otra canadiense. Se hicieron 13 episodios y tal vez, si las dos productoras llegan a un acuerdo luego de un litigio que han tenido sobre los derechos de cada una sobre la obra, hagan otros 13.
Ya hemos hablado de Las puertitas del señor López. Habría que agregar El Loco Chavez del que, en tiempos de la dictadura militar, 1978, se intentó hacer una serie teleteatral en Argentina. El resultado no fue bueno, pero además la obra fue prohibida porque, según el coronel que manejaba entonces la cultura, el Loco era “un mal argentino, porque no le hacía caso al jefe y le gustaban las mujeres”.
Varias veces, con Jordi Bernet hemos opcionado Custer y Light & Bold. Ambas parecen estar ahora en carrera hacia la pantalla, veremos si llegan. Brujas! está siendo trabajada por Miramax, es cierto. Es una obra muy ligera y deslenguada con el clásico tema de la niña que será bruja pero con una vuelta -espero- original en el asunto. Hay en este momento alguna posibilidad con Zachary Holmes, la historieta infantil que hicimos con Juan Bobillo y con Boy Vampiro, que dibujó Risso.
Hay estudios de animación que tienen en carpeta Neferu (la historieta con gatos que está terminando de dibujar Peni) y Hyter de Flok (un cuento que avanza de un mundo mágico al mundo real que dibujó Domínguez y del que Albin Michel publicó dos tomos a color).
No soy el único al que le pasa esto. Este es uno de esos momentos en que el comic es muy interesante para el cine.
ARGENTINA, HOY.
T: En tus más recientes producciones se observa que cultivas argumentos algo más risueños y humorísticos, como el reciente Neferu, con Peni, o Chocolate con fritas, con Bobillo, o Viejos canallas. ¿Te encuentras más cómodo escribiendo cómics de humor hoy, pese a la situación cotidiana?
CT: Me parece que siempre he estado un poco en contra de la redundancia. Decir en un cómic “las mandarinas están caras” porque las mandarinas están caras, es agregar poco a lo que dicen los titulares de los diarios. El humor a mi siempre me resultó una herramienta atractiva a la hora de trabajar. Eso no quita que buena parte de mi producción no lo tenga. De lo que estoy haciendo se me ocurre Sick Bird y Wilson, que son historias más próximas a la serie negra. Pero si tienes como coequiper a dibujantes como Peni, como Juan Bobillo intentando un estilo más paródico u Okif, en el caso de nuestra tira diaria CaZados, sería un desperdicio no subrayar esas posiblidades expresivas que ellos tienen con un guión oscuro y lóbrego.
El tono de Viejos Canallas es algo que a mí me gusta mucho. Esos asesinos ridículos, capaces de llorar porque se han hecho una mancha de tuco en la corbata mientras son también capaces de asesinar a su abuelita por un puñado de dólares, me gustan mucho.
La parodia suele esconder la mejor crítica y los dardos más envenenados. Y en esto de la “literatura dibujada” son siempre los humoristas quienes llevan la bandera de la resistencia más alto que ninguna historieta.
T: ¿Qué opinión te merecen los jóvenes y arriesgados autores / editores actuales: Liniers, Mosquito, El Caballero Rojo, los autores de La Productora.
CT: En estos tiempos en que no hay editoriales que te paguen el aprendizaje (porque casi no hay editoriales) es notable el esfuerzo que hacen todos ellos. Poco a poco, hasta los más profesionales, se van dando cuenta de que en toda obra que inician tienen que arriesgar la posibilidad de ganar muy poco o nada de dinero. El mercado del comic se va trasladando lentamente del quiosco a la librería y uno sabe bien que muy pocos escritores reciben adelantos como para vivir holgadamente de su obra.
Pero esto no va a matar a una forma de expresión tan importante como la nuestra. Cambiarán, eso sí, algunas viejas reglas de juego.
T: A este respecto parecía responder tu frase: «No hay manera de terminar en la Argentina con los historietistas marginales» ¿Sigue pensando que en cierto modo tienen un papel clave en el devenir histórico cultural de la nación?
CT: Es en los márgenes que está las nuevas ideas. Si no hay compromisos económicos ni ideológicos con ningún capitalista, uno puede crear casi en estado puro. Y ser Lautreamont, o Sade, o Robert Crumb. Ojalá lluevan muchas semillas en ese terreno. (mañana, el final)
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