Quinta parte de una extensa entrevista realizada para Tebeósfera en 2002.
T: Entre 1977 y 1982 escribiste Alvar Mayor para Enrique Breccia, con destino a Skorpio. Alfredo Scutti (o su socio italiano, Zerboni) manejaba los originales con pericia por los mercados foráneos, disponía de un montante de trabajo adelantado y pagaba mal y tarde. ¿Qué supuso la irrupción de Scutti y su editorial Récord en la Argentina de los setenta?
CT: Record fue una editorial moderna en medio de un mercado del que se había adueñado editorial Columba con sus retrógradas ideas. Trabajé bastante con ese editor que, en el fondo, era tan explotador como Columba (se quedaba con los originales, te hacía firmar contratos leoninos) pero, en el plano de la creación, se podían hacer cosas un poco más interesantes. Nunca se atrasaron en pagarme, debo confesar a mi pesar, porque creo que Scutti es un pirata que ha vivido años con el esfuerzo de todos nosotros durante aquellos años.
T: Alvar Mayor y El Peregrino de las Estrellas son algunos de tus trabajos más cargados de melancolía ¿Por causa del toque que imponía Enrique Breccia o por el statu quo?
CT: Hablas de melancolía. Yo hablaba de metáfora, de mensajes ocultos. Por ahí son la misma cosa. No me salían otras cosas, tal vez. Había muy poca alegría en esos años de plomo.
T: Sin embargo, pese a la represión existente nacen precisamente entonces publicaciones como las ya citadas El Péndulo y HUM®. Mas, los militares no parecen concederle importancia a la clara oposición que mantenía la revista HUM®, por ejemplo ¿cómo se explica eso?
CT: Creo que nunca entendieron que desde los chistes y las historietas, los dibujitos esos, se podían transmitir mensajes. No solo bestiales sino también brutos, resultaron estos asesinos. Tal vez no podían ser tan sutiles. Si lo hubieran sido, quizá habrían hecho mejor su trabajo sucio. Quién lo sabe, ¿no?
T: Durante estos años se observó un auge del género negro en varias publicaciones (Skorpio, El Tony, Tit-Bits, Pif-Paf, Corto Maltés, Mengano), como un revival de Hammet y Chandler, que practicasteis Collins, Wood, Sampayo, Saccomanno y tú mismo ¿Podrías explicar este abrazo sincero a una mítica netamente norteamericana?
CT: Mengano solamente publico un par de episodios de Un tal Daneri, que ocurría en un barrio periférico de Buenos Aires y no en Los Ángeles. Skorpio, como El Tony y las otras, pedían que las historias fueran “internacionales”. En los setenta la serie negra estaba de gran moda entre nosotros. Supongo que si sumas los dos ingredientes te dan como resultado ese tipo de historias.
T: Por el contrario, en Clarín afloró cierto espíritu nacional, pues por entonces había suspendido la tira Mutt and Jeff para sustituirla por tiras únicamente argentinas en la contratapa.
CT: Eso fue un progresivo darse cuenta de que el público apreciaba más los humoristas locales que los viejos productos enmohecidos de los syndicates americanos, pésimamente traducidos, alejados del alma de quien leía.
T: Hacéis Las puertitas del Sr. López desde IX-1979 en el Suplemento HUM®. Otra escapada, para hacer aventurable una realidad anodina, disfrazando la crítica social de surrealismo. A mi juicio parece que quisisteis hacer de la cobardía de López algo propio de los argentinos de entonces…
CT: Nunca lo había pensado. Pero la represión interior y exterior y lo poco que nos animábamos en la realidad, algo han de haber tenido que ver.
T: ¿Qué opinión te merece la adaptación que hizo en 1988 Alberto Fischerman de Las puertitas del Sr. López?
CT: Yo sentía un enorme afecto por Alberto Fischerman, un intelectual del cine, uno de los grandes creadores argentinos del sector. Trabajamos muy bien, nos reímos mucho, la película ganó premios en festivales como el de Vevey, en Suiza, el premio Chaplin, nada menos. La película fue apreciada en Argentina. No sé, no me siento el autor del film, pero no me parece nada mal el resultado. Tal vez el final, una imposición del productor, no haya estado a la altura del resto pero en general me pareció una película lograda.
T: En La historia popular (El Centro Editor, 1971), colaboraste junto a Broccoli redactando textos teóricos sobre el cómic. Luego, desde XII-1975, con Saccomanno hiciste la sección “El Club de la Historieta” en Skorpio (desde el núm. 15, luego recogida en el libro de Récord Historia de la historieta argentina). Háblanos de tu interés teórico por el medio, y de la labor de Sasturain, Steimberg y otros en los ámbitos universitarios.
CT: Todos estos trabajos tenían más de crónica que de teoría. Con Broccoli no trabajamos juntos, él se ocupó de compilar la parte gráfica y yo de escribir el texto, pero con Saccomanno escribir esas cosas era un espacio importante para nuestra propia reflexión sobre lo que estábamos haciendo.
Sasturain ha escrito algunas piezas de las más importantes sobre el género en Argentina. Algunos académicos universitarios, Oscar Steimberg, Jorge B. Rivera y otros, impulsan, me parece a sus alumnos a reflexionar sobre las historietas. He leído algunos trabajos en los últimos años que me parecieron muy serios, como tesis de estudiantes universitarios.
T: Sasturain, Saccomanno y tú asesorasteis desde agosto de 1980 la revista SuperHum®, que se propuso ser eminentemente argentina, sin contaminantes, y lanzar una mirada a la realidad del país. Cuéntanos sus vivencias allí, las relaciones con Cascioli, los kilombos políticos, el porqué de la marcha de Sasturain.
CT: En SuperHum® escribí varias cosas que me interesaba desarrollar y participé en la selección de los materiales y en la línea editorial. Andrés Cascioli era un editor interesante, que dejaba trabajar bien, pese a su temperamento de diva de la ópera, que lo llevaba a chocar contra sus colaboradores violentamente. Por un choque de esos se fue Sasturain, que después regresó a hacer Fierro.
Recuerdo mucho “Bosquivia”, una historia que escribíamos a medias con Saccomanno y que dibujaron Tabaré y Fortín, sucesivamente. Era una reflexión sobre la actualidad política de los últimos treinta días y hasta originó algunas cubiertas memorables. En SuperHum® hicimos con Alberto “Buscavidas”, una historia que, después de tantos años, acaba de ser publicada en Francia en una edición comentada, y con Mandrafina nuestras historias mudas. Me gusta mucho trabajar con Mandrafina. Nos entendemos muy bien. Las historias mudas fueron un experimento riquísimo para los dos. Hemos desarrollado historias de gran precisión temática, de exigencia para ambos, como La gran patraña, y otras de producción, más “alimenticias”, como Spaghetti BROS. Siempre nos divertimos mucho. Es un tipo muy inteligente, muy sensible y muy culto. Seguramente, después de un paréntesis de casi tres años, en pocos meses comenzaremos un nuevo proyecto que lleva el título tentativo de “Carnes Blancas”.
SuperHum® (mucho más que Fierro, que abrevó de un período posterior de la producción de los autores nacionales e introdujo mucho material que había sido producido para otros mercados) produjo prácticamente todas las historietas que publicó. "Buscavidas", "Los enigmas del Pami", "Bosquivia", los relatos desopilantes de Fontanarrosa, todo era hecho especialmente para la revista teniendo en cuenta una lectura de aspectos de nuestra realidad.
SuperHum® sufrió los avatares de la política de entonces: en un momento, temiendo que volvieran a censurarle Hum®, Cascioli nos despatarró un número que estaba ya confeccionado para incorporar notas políticas. A mí eso me pareció una cagada (podría haber sacado otro título) y me fui también. SuperHum® con esa fórmula de notas políticas y cómics duró pocos números y desapareció para siempre...
T: En Ediciones La Urraca publicaste durante los años ochenta varias obras inolvidables, Merdichesky, Las puertitas del señor López, Slot Machine, El último recreo. Creo que todas ellas poseen un denominador común: actitud de reproche y crítica hacia el gobierno, repulsa manifiesta hacia la manipulación por el poder y cantos a la libertad.
CT: Las revistas de La Urraca y su propietario, Andrés Cascioli, te daban muchas posibilidades de explorar cosas que nadie te publicaría. Uno aprovechaba esa posibilidad. Y hacía algunas cosas distintas a las que se podían hacer en revisas de cómics “normales” o en el diario. Yo pienso que aproveché muy bien esos momentos.
T: Se ha laureado El último recreo como lo mejor de la dupla Trillo / Altuna, una historieta de esperanza, de abrazo de la vida, de rituales, de amor puro y verdadero… ¿Es cierto que surgió en octubre de 1981 en una visita que le hicisteis Altuna y tú a Toutain?
CT: No recuerdo muy bien el episodio pero me parece que Toutain me aprobó una historia que me había pedido para dar a dibujar a uno de los artistas que trabajaban con él. Y coincidió este hecho con que Altuna viajó para radicarse en España. Fue así que terminó dibujándola él.
T: Con Charlie Moon denotas ya una intención de desarrollar la obra con miras internacionales, ¿quisiste alejarte de una temática argentina?
CT: Charlie Moon, en la fantasía de un primer momento, iba a ser Carlitos Luna. Pero nos pareció, en aquel momento, que un toque de internacionalidad le iría mejor. Pero no sé si las cosas pierden identidad de origen porque transcurren en Mongolia. A mí me parece que no. (el lunes, la sexta parte)
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