martes, 31 de enero de 2012

ENTREVISTA, por Luca Lorenzon

Primera parte de una extensa entrevista realizada a principios de 2011 para el blog Che Cosa Sono le Nuvole.

LL: En varias ocasiones dijiste que tus escritores favoritos en tu infancia eran Dickens, Melville, Stevenson y sobre todo Salgari y que tu fantasía de estimulaba imaginando a los compañeros de clase o a la maestra de inglés raptados por los piratas. ¿De chico soñabas con ser novelista?

CT: Aprendí a leer antes de comenzar la escuela, me daba mucha curiosidad lo que decían esos personajes que veía en los cuentos y en las revistas. A los seis años ya había empezado a leer El Pato Donald, revista que para nuestra generación, es todavía una leyenda. Curioso: las que más me impresionaban eran las historias de lo que yo llamaba “el Walt Disney bueno”. No me interesaba mucho el Ratón Mickey y me llenaba de perplejidad que hubiera patos que no me gustaban y patos que sí, como si ese señor Walt, que era el que a todo ponía su firma, tuviera momentos de inspiración maravillosa y momentos de aburrida rutina. Todavía me acuerdo, viñeta por viñeta, la historia en los Andes con los huevos cuadrados hecha por “el Disney que sabía hacer bien las cosas”. Pasaron tantos años y fue en París, me parece que en 1979, que me encontré con un gran libro que recopilaba las mejores historias de Carl Barks. ¡Claro! Disney era dueño y no el creador de ese mundo deslumbrante. Y Carl Barks era el verdadero autor, desconocido para los lectores de los años ´50.
Así como fui mal alumno de matemáticas y ciencia, fui muy bueno en lingua, en análisis gramatical y, varios años después, en literatura.
Las lecturas de letras-sin-dibujos llegaron un poco después. En mi casa nadie leía, pero yo usaba anteojos desde muy chico y, a la hora de ir a jugar al futbol y con el peligro de romper esos vidrios que se anteponían a mis ojos, me iba a nadar (el natatorio estaba lejos o sea que no podía ir todos los días), o volvía a casa a leer y a escuchar la radio.
La radio, antes de la televisión que en la Argentina se desarrolló lentamente y que no tuvimos en mi casa hasta 1958, era maravillosa. A la tarde no me perdía un solo capítulo de Tarzán ni de Sandokan, dos series que duraron muchos años y a las que fue matando el desarrollo de la tele.
Y los libros fueron llegando, te decía. Primero los más simples y apasionantes, como las sagas de Salgari, los Sherlock Holmes, los Fantomas. Y claro, en las mismas colecciones donde aparecían estos títulos, estaban también Stevenson, el Quijote (abreviado, no mucho, pero abreviado) para niños, Verne (a quien, nunca sabré por qué, nunca pude soportar). Oliver Twist y David Copperfield fueron la gran revelación de mis once años. Dickens era más intenso, más “brutal” que todos los otros, las cosas que pasaban no tenían fantasía, tenían amargas realidades y niños que sufrían, toda una revelación.

LL: Además de tu amor por el Pato Donald y la obra de Carl Barks, ¿qué otras historietas resultaron un estímulo a tu imaginación?

CT: De Disney, te dije, amé a Carl Barks. Y los dibujos de Floyd Gottfredson, ese Mickey era el “de verdad”, sin pantalones largos, sin autos modernos, con un enemigo con la pata de palo. Pero Mickey era demasiado justo, bondadoso y ecuánime, un héroe americano como Alan Ladd. A mí me gustaban los patos.
Los patos y tres revistas también de la editorial Abril, de Cesare Civita: Gatito, la Biblioteca Bolsillitos y El Diario de Mi Amiga.
El personaje Gatito era un notable invento temprano de Oesterheld que no se conoce tanto porque no era una historieta. Era un relato que se publicaba “escrito a mano”, con letras cursivas dibujadas una a una y muy ilustrado por un gran ilustrador de los años ´50 y bastante más: Csecs. Y en su revista – que era mensual y venía troquelada - aparecían los textos de grandes escritores – creados especialmente para la publicación, con bellos personajes, ilustrados por dibujantes de gran nivel, como Alberto Breccia, para citar uno que es conocido en Italia (y que dibujaba las historias de Perrito Doctor, que era un médico de los demás animales del bosque).
La Biblioteca Bolsillitos era muy pequeña de formato y publicaba un cuento en cada uno de sus números – inolvidable la autora Beatriz Ferro, una precursora de la gran literatura para niños que se desarrolló después en la Argentina– también ilustrados por artistas de excelente nivel.
Y El Diario de Mi Amiga, que los chicos varones leíamos un poco a escondidos porque eran historias “para nenas”, con grandes historias de aventuras protagonizadas, siempre, por una niña. Entre los ilustradores de El Diario de Mi Amiga estuvieron Hugo Pratt y Breccia y estos materiales están muy poco difundidos.

LL: De todas las revistas de la editorial Abril de principios de los ´50, ¿cuáles eran tus personajes favoritos?

CT: Editorial Abril importó a la Argentina a importantes autores de cómics. Pratt, Ongaro, Battaglia, Letteri, Paul Campani. Algunas de las series llegaban hechas de Italia, como Hombres de la Jungla (Junglemen), Tita Dinamita (Gey Carioca), Misterix, Colt el Justiciero (Tex), Saturnino Farándola.
Como Misterix interesó especialmente al público, rápidamente se convirtió en una revista cuyo personaje central, durante un período la siguió dibujando Campani especialmente para la publicación argentina. Y comenzaron los guiones de Ongaro que se trasladó a la Argentina (cosa que no hizo Campani, lo que dificultaba la producción y obligaba al editor a entrenar copistas de su estilo). También Letteri y Pratt se vinieron a las pampas y se fue formando un elenco de autores, a los que se sumaban algunos argentinos como Oesterheld, Destuet, Julio Portas (Julio Almada era su pseudónimo) y Walter Ciocca, el gran dibujante de historieta gauchesca, que ya publicaba una legendaria tira diaria en el diario vespertino La Razón: Lindor Covas, el cimarrón. Un par de años después llegaría Carlos Vogt.
Con este equipo ya asentado, en 1952 estaban en producción los personajes que más me interesaron en esos años: Sargento Kirk (de Oesterheld-Pratt) y Bull Rockett (de Oesterheld-Campani).
No tardaría en desaparecer Campani de las revistas, después de un período de copistas no demasiado buenos. Y Misterix pasó a manos de Eugenio Zoppi, y Bull Rockett la empezó a dibujar Solano López, que le dio una inusitada expresividad a los personajes.

LL: Este auge de la historieta argentina en este período, ¿tiene que ver simplemente con una época de prosperidad económica, o te parece que hay otros factores?

CT: Después de la guerra, Argentina vivió un período de gran prosperidad, es cierto. Y a eso se sumó el peronismo, una fuerza política que aún hoy es la más poderosa del país y que, en general, ha intentado que la distribución de la riqueza sea más equitativa (olvidándonos del período de Carlos Menem, un gobernante que en los años ´90, intentó imponer el más despiadado liberalismo económico, siguiendo las recetas recesivas y empobrecedoras que dicta siempre que puede el Fondo Monetario Internacional). Pero historietas se leían, muchas, desde antes. El Tony, de editorial Colomba, tuvo un éxito de décadas a partir de 1930. Titbits y El Gorrión, de Editorial Manuel Láinez arrancaron también en esos mismos años, como Puño Fuerte, Espinaca, La Novela Semanal y varias más.
Lo que ocurrió coincidiendo con esta prosperidad del ´45 fue que aparecieron mejores revistas, con mucho material argentino, como Patoruzito, la revista de mayor éxito de la década que va del ´45 al ´55, en cuya fórmula abundaba la aventura y también la historieta humorística de muy buen nivel. Langostino y Vito Nervio son, en general, las más recordadas y apreciadas por la gente de mi generación.

LL: Me llama la atención que vos siempre cites la gran influencia de Oesterheld en tu obra, porque en las revistas de la editorial Frontera, Oesterhled escribía básicamente historietas bélicas, de cowboys o de gauchos, que son tres géneros en los que vos nunca incursionaste. Supongo que esa influencia tendrá que ver más con lo teórico, con lo que aprendiste al nivel del lenguaje de la historieta...

CT: En 1957 ocurrieron dos fenómenos que revolucionaron la forma de contar: Oesterheld lanzó su Editorial Frontiera, con las revistas Frontera y Hora Cero, y el humorista Landrú (Juan Carlos Colombres) inauguró una nueva forma de humor, entre lo lunático y una gran vena para el chiste político. Perón había caído después de un golpe militar bastante sangriento (los aviadores bombardearon la Plaza de Mayo, la más central de Buenos Aires, matando a cientos de personas que iban a trabajar en la zona más poblada de oficinas de la ciudad), y con esta caída se había aflojado la censura, que era bastante rígida durante ese primer peronismo.
Tia Vicenta, la revista de humor de Landrú llegó a vender 300.000 ejemplares por semana. Y las revistas de Oesterheld acabaron con las historias que continuaban semanalmente, a las que estábamos acostumbrados, y proponían relatos autoconclusivos de pocas páginas. Se pasaba, por hacer una comparación no sé si muy afortunada, de la novela al cuento. Y esto obligó a las editoriales ya existentes a replantear las periodicidades y el largo de las historias.
La más favorecida fue Editorial Colomba, que rápidamente, menos de un año después, había lanzado D´artagnan, integrada por una cantidad importante de historias autoconclusivas. Y que, sucesivamente, cambió la semanalidad de sus El Tony e Intervalo por revistas mensuales de aventuras completas. Y Misterix tardó un poco más, pero cambió de editor – Abril se la vendió a Yago – y después de un deslumbrante comienzo, con el Mort Cinder de Oesterheld y Breccia, pasó a una modesta segunda línea entre las editoriales de historietas.

LL: Tus primeros trabajos datan de 1963, cuando redactás cuentos para la revista Patoruzú. ¿No se te ocurrió escribir historietas, ya que estabas en esa importante editorial?

CT: Patoruzú me compraba breves cuentos humorísticos que se publicaban semanalmente. Hice algunos reportajes a figuras del espectáculo y llegué a escribir el plot de una historia para la Andanzas De Patoruzú, un mensuario que publicaba una larga historia completa. Pero me lo rebotaron.

LL: Y como guionista propiamente dicho, ¿debutás en las revistas que editaba Garcia Ferré?
CT: No, antes de trabajar para García Ferré escribiendo historias para los personajes de la editorial, trabajé como guionista en Misterix, donde escribí algunas historias breves sin personaje, y una saga que dibujó Caramuta, un dibujante que, ya formado, se fue a Italia y trabajó bastante en Bonelli Editore. La historia se llamó Wapiti, el cazador de castores y fue un comienzo que retomaba aires del Ticonderoga de Oesterheld y Pratt. Pero nadie se la acuerda…
García Ferré hacía fascículos para niños, un semanario con temas escolares que se llamaba Anteojito, y un mensuario de historietas, Antifaz. También producía dibujos animados para la televisión – Hijitus- a razón de un minuto por día. En todos estos medios trabajé un poco, pero sobre todo colaboré mucho en Antifaz escribiendo las aventuras detectivescas de Antifaz y su ayudante Zanzibar Joe, la historieta familiar La Familia Panconara, una familia muy rara y varias historias del Topo Gigio, del que García Ferré tenía los derechos para la Argentina.
Anteojito era un niño de enormes anteojos y gran inteligencia, sobrino de Antifaz, que casi siempre hablaba en verso y vivía aventuras un poco a la manera de las del Pato Donald. García Ferré, un autor de gran llegada a los niños, ya había creado, en la revista Billiken, Pi-Pio, un pollito vagabondo y aventurero que se recuerda por su gran calidad y por la cantidad de veces que fue propuesta al público infantil. Esa, creo, y no Anteojito, fue la gran creación de García Ferré para el mundo de la historieta argentina. Anteojito había nacido como personaje televisivo que, junto con su banda de amigos, presentaba productos de limpieza, chocolatines, libros escolares, en un original intento de que los avisadores gastasen menos y aparecieran, con mucho ingenio, en un spot junto con otras marcas. De la repercusión en la televisión surgió la fuerza de Anteojito revista que fue, durante muchos años, la más vendida de la Argentina. (mañana, la segunda parte)

1 comentario:

  1. http://mimamamemima2009.blogspot.com.ar/2010/07/diarios-de-mi-amiga.html
    Era una colección genial, sin duda! Los que faltan de a poco los voy a subir.
    Lo voy leyendo y cada vez me gusta más este blog! Saludos, Catalina.

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