Vamos en un flashback más de 30 años para atrás, a una de las mejores épocas por las que pasó la historieta argentina. Y vamos de la mano de un personaje rarísimo para la época, tanto que empieza en una revista de ciencia-ficción (El Péndulo) y luego recala en una de rock (Hurra), en los tiempos en los que no había casi rock en las radios, ni mucho menos en la tele. Ninguna de las dos revistas duró demasiado, y así es como las andanzas de este extraño mandril humanoide se terminan tras apenas 11 episodios y sus autores se dedican a desentrañar Los Enigmas del PAMI, en otra nueva revista de la misma editorial, la mítica SuperHumor. Y si mirás las fechas en las que salió Marco Mono (1979-81), te vas a dar cuenta de que sí, esto lo hacían Carlos Trillo y Enrique Breccia en simultáneo con la monumental Alvar Mayor, que salía en Skorpio.
Como decíamos, Marco Mono arranca en una revista dedicada a la ciencia-ficción, y de ahí que los primeros episodios tengan ribetes más fantásticos, mediante los cuales Trillo y Breccia bajan línea acerca de la oscura realidad argentina de aquellos años, con escasa sutileza pero inobjetable maestría. Después, cuando se empieza a hacer obvio que los mundos fantásticos por los que vaga Marco son versiones apenas maquilladas de Buenos Aires, la metáfora pierde vuelo, pero se hace más jodida, más incisiva. Hoy, la bajada de línea política levemente disimulada en las historietas de los ´70 parece una obviedad, algo que no puede faltar, como los lechazos en las historietas porno o las piñas en las de superhéroes. Pero en aquella época, estos talentosos señores SE JUGABAN LA VIDA al cuestionar al poder de turno en esas fábulas elípticas pero descarnadas sobre la opresión política, religiosa, económica y hasta sexual con la que les tocó convivir. En estas historietas medio raras, marginales respecto de lo que realmente vendía fortunas (Columba), había más ideología y más mensaje de resistencia y cuestionamiento frente al régimen totalitario que en CUALQUIER OTRA expresión cultural de aquella época, salvo por algún que otro músico de rock, que era otro palo cuasi-underground.
En cuanto a la historieta en sí, acá vemos nacer al Trillo Malaleche, ese que alcanzó la cima de la Incorrección Política en la década que recién termina, con El Síndrome Guastavino, Sarna o la injustamente inédita en castellano Chocolate con Fritas. En Marco Mono todavía hay un poquito de moraleja (típico del Trillo de los ´70) pero ya tenemos un protagonista 100% cínico, un antihéroe ventajista y acomodaticio a años luz de la tradición de Oesterheld (de la que Trillo se empieza a despegar acá y en Buscavidas, con el otro Breccia), e incluso de la noble atorrantez del Loco Chávez, el otro hitazo del Trillo Setentoso.
En este contexto se mezclan (y desentonan un poco) jodas internas (con Saccomanno, Cascioli, o los propios Carlos y Enrique), bichitos que comentan lo que pasa con rimas entre ingenuas y boludas, y algún episodio (cerca del final) donde pintan reflexiones existencialistas pseudo-filosóficas que andá a saber a dónde pretendían llegar. Obviamente, Marco Mono es más gracioso cuanto más bajo pega los golpes.
El trabajo del Churrique es impecable y preanuncia mucho de lo que nos sorprendería algunos años más tarde, en la etapa más política de El Sueñero: bizarras criaturas, amplias masas de blanco, detalles increíbles, cuadros donde sólo vemos manos, narices o dedos de los pies, onomatopeyas fumadas… Todo eso ya estaba en Marco Mono.
El tomo recopilatorio de Doedytores salió en 2009 y se completa con una historieta corta, Don Coso (aparecida en SuperHumor), que tiene mucho más que ver con la estética y la temática de Los Enigmas del PAMI que con la de Marco Mono, pero igual está bueno tenerla en libro.
Marco Mono no puede faltar en tu biblioteca. Es una obra jugada, filosa, experimental y por momentos brillante de dos de los máximos creadores de la historieta argentina: un dibujante que dibujaba como ningún otro y un guionista que hablaba de lo que nadie se animaba a hablar. Dos tipos que hoy, 30 años más tarde, siguen dando cátedra, porque el talento verdadero no pasa nunca de moda.
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