Quinta parte de una extensa entrevista realizada para Tebeósfera en Septiembre de 2007.
-C'est la vie, mantiene de igual forma este tono sentimental, entroncando con ese género en boga hace pocos años, el 'tranches de vie', desde donde te lanzas a analizar el miedo a enfrentarse al amor desde la perspectiva de un joven a punto de madurar. Esta mirada hacia las relaciones afectivas humanas se hace modelando, a veces caprichosamente (en apariencia), la misma estructura formal de la historieta. Los cambios de estilo, grafismo, diagramaciones y abocetados ¿venían previstos en el guión o los aportó la dibujante, Laura Scarpa?
-Laura Scarpa es una dibujante muy italiana, apasionada, veloz, nerviosa, que tiene en cuenta sus sentimientos cuando dibuja. La historia de Come la Vita, es cierto, tiene que ver con los tranches de vie, los slices of life de los angloparlantes, pienso que en un registro minimalista. Hicimos dos tomos, nos falta encarar el tercero para terminar de construir este cuento entrañable, de iniciación amorosa. Espero que podamos hacer esa tercera parte para no dejar a los escasos lectores que cosechó sin un buen final para la historia.
-En cambio, en Neferu con Penizzotto pareces querer superar este mismo estilo, tan limitado aparentemente en su misma perspectiva y concepción, presentando la narración desde el punto de vista de un gato, como poco con delirios de grandeza. ¿Un modelo textual sustentado en dobles lecturas en la que la eterna lucha de perros y gatos se plantea como prototipo de la de hombres y mujeres al caso?
-La guerra de los sexos vista como pelea entre perros y gatos, no se me había ocurrido. En este caso me gustaba un concepto a trabajar; la soberbia de los gatos, ese animal maravilloso que Peni y yo tenemos siempre en casa y mimamos y reverenciamos. Desde niño, siempre hubo un gato mirándome: mientras hacía los deberes de la escuela, mientras escribía a mano, o con máquina de escribir, o a un lado de la computadora observando esta ridícula tarea que hace su servidor humano cuando no está dándole de comer o auxiliándolo para abrirles una puerta, o respondiendo a sus exigencias de rascado de panza. Siempre pensé que los gatos se sienten, sin duda, los propietarios del mejor sillón de la casa, de los pies de la cama, de esos cocineros-mucamos-enfermeros que estamos siempre a sus órdenes, intentando, a veces infructuosamente, que no se ofendan y te echen una meada en la maceta de las petunias como venganza por alguna omisión que has cometido con ellos.
-Este doble juego interpretativo lo encontramos también en las que quizás son tus obras más desconocidas para el público español. Nos referimos a tu trabajo dentro del campo infantil y juvenil junto a Bobillo (Zachary Holmes y Chocolate con Fritas), Risso (Los Misteriosos de Luna Roja) y el tándem Varela- Maicas (Ele y el Mago Fulano). En cada una, abarcas distintos grados de complejidad. En Zachary Holmes y los Misterios de la luna roja se tienden puentes hacia el homenaje, la revisitación de la fabulística medieval, la cuentística gótica o el decimonónico. ¿No temes que te metan en el saco de los posmodernos que coquetean con el pastiche y la mitagogia? En Chocolate con Fritas, en cambio, realizas una suerte de compendio de la mente infantil a través del complejo prisma de hermanos sextillizos todos con una personalidad distinta, compleja y diferenciada. Unos niños capaces de sobrevivir a pesar del abandono consciente de sus padres. ¿Tratabas de reproducir los distintos enfoques de la historieta infantil y juvenil en la que cada uno de los personajes respondía a un arquetipo? ¿Es la inocencia un terreno baldío hasta en la infancia?
-Yo quise ser Sherlock Holmes, quise ser el amigo de la princesa de los sueños, quise tener un elefante en casa. Uno tiene adentro al niño que alguna vez fue. Zachary Holmes fue una serie de tres álbumes publicados por entregas en la revista semanal argentina Genios, donde un niño, para llamar la atención a una bella jovencita, dice ser pariente de Sherlock Holmes y hace que su mascota, una ratita blanca, sea su Watson. ¡Las cosas que uno es capaz de hacer por el amor de una dama!Ele es un elefante sinvergüenza, jugador, ventajero, enamorado de una hormiga, que vive en la casa de una niña que lo esconde allí y su mamá nunca se da cuenta. Para los gags de esta historieta que tanto nos gustó hacer, conté con la ayuda de Maicas, el mismo con quien colaboro para hacer Clara de Noche. Las dos fueron historias para el público infantil.
No era así en Chocolate Con Fritas, que fue una historia más negra, no sé si apta para niños de ocho o nueve años, pero que tenía mucho de los dolores de la iniciación. Esos seis niños que solo comen chocolate con papas fritas porque sus padres han desaparecido y pueden hacer lo que les de la gana, se comportan como niños, pero tienen que asumir algunos tics de los adultos para poder sobrevivir en un mundo hecho para gente más alta. Si bien es un álbum de 46 páginas está dividido en capítulos separados entre sí por grandes láminas con meticulosas ilustraciones que cuentan pantallazos de los sueños de los niños.
-En Ele y el Mago Fulano, emprendes obras destinadas a la comedia. Un humor inteligente emprendido, al igual que en Clara de noche, junto a Maicas a la hora de la redacción del guión. En cuanto a la elaboración del mismo, ¿os reunís para elaborar el guión, o, simplemente le planteas la situación que has ideado y él plantea el gag final? ¿Cómo y cuándo surgió esta estrecha colaboración? Este humor sencillo y lleno de frescura del que hacéis gala, ¿tiene su fundamento en algunos de tus cómics favoritos como la Pequeña Lulú o Pato Donald?
-La colaboración con Maicas empezó hace más de quince años, con Clara de Noche. El es un tipo habituado al gag, al remate, yo tiendo a naufragar cuando tengo que rematar una historia breve, me cuesta mucho.Juntos tenemos dos cosas: yo cuento historias, èl piensa memorables remates. Entre los dos hacemos uno, bah. Nos reunimos, una vez por semana, hacemos la tarea en un cuaderno, si hay que dibujar algo que no está muy claro, lo hace Maicas. Si el guión escrito basta, lo escribo yo, intentando un idioma neutro con algunas cosas que recuerdo del habla en España. Lo enviamos a Bernet, y él lo escribe en buen español para El Jueves, nos manda copias, nosotros lo traducimos al argentino para publicarlo en Página 12.
El Mago Fulano es, por ahora, solo una historia de 4 páginas, si bien tiene escrita ya una segunda parte, todavía sin dibujar. Ele se ha terminado en algo así como 200 páginas. Ahora estamos trabajando en la historia infantil de un niño que es invisible y en otra con un grupo de chicos. Ambas saldrán en Genios en marzo de 2008, cuando termine Torni Yo, la historia de un robot que finge ser el juguete de un niño, dibujada por Gustavo Sala, que reemplazó a Ele en Genios.
El humor es el que nos sale, es probable que mis lecturas (y las de Maicas) de Carl Barks influyan un poco, quién lo sabe. Maicas nunca leyó Litte Lulu y yo la amo. Yo leí muy poco la revista Patoruzú y a Maicas le resulta inolvidable. Uno es una suma de las cosas que vivió, leyó, miró. Y si uno es otro, en este caso ese monstruo de dos cabezas que inventamos con Maicas, la suma se convierte en un plato con demasiados ingredientes como para distinguirlos fácilmente.
-Buena parte de estas obras, junto a otras, han sido serializadas en la revista Genios. ¿Podrías comentarnos tu labor en dicha revista? ¿Cómo planteas tu colaboración? ¿Realizas otros textos al margen de estos cómics?
-En Genios y en Jardín de Genios, revista para niños que aún no saben leer, tengo encomendado desde que aparecieron la sección de la historieta. En Jardín hago una todos los meses llamada La Familia Samborombón, que sale desde hace seis años, con una mamá, un papá, una abuela, un hermano de unos diez años y una niña de tres. Ah, y un gato que se llama Azul en homenaje a uno que tuve que se llamaba Azul de Metileno. En Genios he hecho las historias de las que ya hablamos demasiado pero, además, he escrito relatos un poco más largos, a mitad de camino entre la historieta y el cuento muy ilustrado, que dibujaron Noé, Pez, O´kif. Y otras historietas que dibujaron Marín y Horacio Domingues.
-Junto a Lucas Varela has publicado también Burnsutti y Muñithiers, sátira feroz del mundo editorial argentino. ¿Podrías comentarnos los planteamientos de esta crítica? ¿Hacia quienes está dirigida y por qué?
-El mundo del comic en la Argentina tiene editores serios y responsables, pero también cuenta con algunos pillos que teníamos ganas de caricaturizar. Son tipos que intentan quedarse con la propiedad de las obras, que falsifican cesiones de derechos, que publican las tiras al revés (para citar un ejemplo real, en una tira diaria humorística en un formato que da para dos hileras de dos cuadros cada una… ponen arriba la tira que remata y abajo la del principio. Y lo hacen para editoriales grandes que lanzan colecciones de comics clásicos como opcionales de sus diarios de tirada nacional. La pregunta es: ¿por qué el comic da lugar en la Argentina a estos sujetos siniestros, que hacen revistas mal hechas, salones del comic en invierno sin calefacción y donde la sala de conferencias está pegada al escenario desde donde llega el sonido de una orquesta de rock y nadie puede hablar ni a los gritos? Muñithers y Burnsutti existen, con otros nombres, pero existen. (el lunes, la sexta parte)
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