Carnes Blancas fue un proyecto gestado por Carlos Trillo y Cacho Mandrafina a fines de los ´90.
"Quedó suspendida porque no pude seguir dibujándola en su momento y después la olvidamos", recuerda Mandrafina. La novela gráfica nunca tuvo destino explícito porque el dibujante nunca se hizo del tiempo como para tener una certeza de continuidad. "Creo que ni siquiera llegamos a mostrarle estas pocas páginas a algún editor", dice Cacho acerca de este material que hoy, por primera vez, ve la luz en Soretes Azules.
viernes, 7 de diciembre de 2012
jueves, 6 de diciembre de 2012
LA CULPA ES DE ESA MUJER, por Trillo y Zaffino
Segunda parte de esta historieta de Carlos Trillo y Jorge Zaffino, inédita en nuestro idioma.
El escaneado corrió por cuenta de los amigos de BladeScans (Italia) y la traducción es obra de Juan, del grupo Woodiana.
El escaneado corrió por cuenta de los amigos de BladeScans (Italia) y la traducción es obra de Juan, del grupo Woodiana.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
LA CULPA ES DE ESA MUJER, por Trillo y Zaffino
Hoy presentamos otra historia corta realizada por Carlos Trillo y Jorge Zaffino a fines de los ´90, e inédita en nuestro idioma. Esta se publicó en el Nº 29 de la revista LancioStory, el 26 de Julio de 1999.
El escaneado corrió por cuenta de los amigos de BladeScans (Italia) y la traducción es obra de Juan, del grupo Woodiana.
Mañana, la segunda parte.
El escaneado corrió por cuenta de los amigos de BladeScans (Italia) y la traducción es obra de Juan, del grupo Woodiana.
Mañana, la segunda parte.
martes, 4 de diciembre de 2012
EL LIBRO DE GABRIEL, por Andrés Accorsi
Hace 21 años, dos amigos, dos grandes, dos ídolos que hoy ya no están, se juntaron para contar esta historia. Carlos Trillo y Carlos Meglia ya llevaban algunos años trabajando juntos, pero todavía no habían creado a Cybersix, la más famosa de sus colaboraciones. Entonces, con cada nueva idea que se les ocurría (y eran muchas) iban con pies de plomo, mansitos, de a pasos chiquitos. Esa fórmula, que les dio resultado con Irish Coffee (por ejemplo), con El Libro de Gabriel les salió mal. Tirar la cantidad de ideas que tira Trillo en sólo 44 páginas es poco menos que un disparate. Ahí hay conceptos y premisas para una serie larguísima, hasta para un comic mensual de Vertigo, de esos que duran sesentaipico de episodios. Y estas 44 páginas parecen eso: los dos primeros episodios de una serie larga, que nunca podremos leer.
El planteo es ganchero y atractivo, aunque no demasiado original, ya que historietas con ángeles y demonios en la Tierra ya leímos chotocientas cincuenta mil. Pero Trillo construye tres personajes muy sólidos y los envuelve en relaciones muy creíbles, demasiado humanas a pesar de sus orígenes celestiales. Ninguno pela grandes poderes, ni alas, ni espadas flamígeras. Esto es misterio sobrenatural muy, muy low-fi, muy por debajo del radar, a años luz de la grandilocuencia y la sensación épica que suelen tener ese tipo de historias. Hay un clima más bien intimista, con romance, pases de factura y alguna escena medio hot, todo muy tranqui, muy “puertas adentro”. Y una especie de misión a cumplir por parte de Gabriel, que no llega a cumplirse nunca. Y no mucho más. Cuando el argumento sortea sus primeros escollos, cuando los personajes terminan de conocerse y blanquear mínimamente cuáles van a ser los términos de su relación, se termina la historia. No de golpe, pero sí cuando quedaban miles de cosas por explorar, gracias a la enorme riqueza del planteo inicial y el muy buen desarrollo de Gabriel, Michelle y –en menor medida- Lázaro a lo largo de estas 44 páginas.
Si los logros de Trillo en materia de argumento y personajes te deja pidiendo más, lo que hace Meglia con el dibujo directamente te deja pelotudo. Lástima que el libro sea caro, si no habría que comprar dos ejemplares: uno para babear (y tirar) y el otro para guardar. Este es el Meglia pre-Cybersix, o sea, el que todavía no delegaba buena parte del trabajo en un equipo de asistentes, sino que se arremangaba y dibujaba casi todo él. Y además ya tenía bien definido su estilo: los fondos recontra-elaborados y recontra-repetidos (en puestas que asemejaban al comic a una obra de teatro), la exageración en los pelitos de los brazos, las onomatopeyas fuera de control, y sobre todo esa estética limpita y cercana al cartoon, que el genio usaba para contar historias sórdidas y perturbadoras. Dinámico, expresivo y sensual como pocos, el dibujo de Meglia brilla acá en todo su esplendor y es motivo de sobra para comprarse El Libro de Gabriel.
Pero hay más. Cuenta la leyenda que, poco antes de su muerte (sucedida en Agosto de 2008), Meglia se decidió a desempolvar esta historieta y colorearla con las tecnologías modernas. Se sospecha que llegó a colorear (junto a un equipo especializado) unas 10 ó 12 páginas. Para esta edición, Napoleones Sin Batallas (un sello que publicaba historieta por primera vez) apostó a la versión coloreada y le encargó a Carolina Azadte que completara el coloreado de las páginas restantes. El resultado es muy correcto. Los magníficos claroscuros de Meglia siguen ahí, perfectamente respetados, y a la vez la paleta cromática empleada le suma fuerza al dibujo y peso a los climas. Lo más difícil de resolver, que eran los flashbacks de las páginas 18 y 19, quedó alucinante. No sé si hacía falta el color para disfrutar de El Libro de Gabriel, pero puesto así, es un bonus muy bienvenido.
Con buenos diálogos, una dosis justa de acción, un toque de erotismo y una trama muy atractiva, Trillo y Meglia nos presentaron un concepto que daba para muchísimo más. Ojalá lo hubieran seguido a lo largo de varios álbumes más.
El planteo es ganchero y atractivo, aunque no demasiado original, ya que historietas con ángeles y demonios en la Tierra ya leímos chotocientas cincuenta mil. Pero Trillo construye tres personajes muy sólidos y los envuelve en relaciones muy creíbles, demasiado humanas a pesar de sus orígenes celestiales. Ninguno pela grandes poderes, ni alas, ni espadas flamígeras. Esto es misterio sobrenatural muy, muy low-fi, muy por debajo del radar, a años luz de la grandilocuencia y la sensación épica que suelen tener ese tipo de historias. Hay un clima más bien intimista, con romance, pases de factura y alguna escena medio hot, todo muy tranqui, muy “puertas adentro”. Y una especie de misión a cumplir por parte de Gabriel, que no llega a cumplirse nunca. Y no mucho más. Cuando el argumento sortea sus primeros escollos, cuando los personajes terminan de conocerse y blanquear mínimamente cuáles van a ser los términos de su relación, se termina la historia. No de golpe, pero sí cuando quedaban miles de cosas por explorar, gracias a la enorme riqueza del planteo inicial y el muy buen desarrollo de Gabriel, Michelle y –en menor medida- Lázaro a lo largo de estas 44 páginas.
Si los logros de Trillo en materia de argumento y personajes te deja pidiendo más, lo que hace Meglia con el dibujo directamente te deja pelotudo. Lástima que el libro sea caro, si no habría que comprar dos ejemplares: uno para babear (y tirar) y el otro para guardar. Este es el Meglia pre-Cybersix, o sea, el que todavía no delegaba buena parte del trabajo en un equipo de asistentes, sino que se arremangaba y dibujaba casi todo él. Y además ya tenía bien definido su estilo: los fondos recontra-elaborados y recontra-repetidos (en puestas que asemejaban al comic a una obra de teatro), la exageración en los pelitos de los brazos, las onomatopeyas fuera de control, y sobre todo esa estética limpita y cercana al cartoon, que el genio usaba para contar historias sórdidas y perturbadoras. Dinámico, expresivo y sensual como pocos, el dibujo de Meglia brilla acá en todo su esplendor y es motivo de sobra para comprarse El Libro de Gabriel.
Pero hay más. Cuenta la leyenda que, poco antes de su muerte (sucedida en Agosto de 2008), Meglia se decidió a desempolvar esta historieta y colorearla con las tecnologías modernas. Se sospecha que llegó a colorear (junto a un equipo especializado) unas 10 ó 12 páginas. Para esta edición, Napoleones Sin Batallas (un sello que publicaba historieta por primera vez) apostó a la versión coloreada y le encargó a Carolina Azadte que completara el coloreado de las páginas restantes. El resultado es muy correcto. Los magníficos claroscuros de Meglia siguen ahí, perfectamente respetados, y a la vez la paleta cromática empleada le suma fuerza al dibujo y peso a los climas. Lo más difícil de resolver, que eran los flashbacks de las páginas 18 y 19, quedó alucinante. No sé si hacía falta el color para disfrutar de El Libro de Gabriel, pero puesto así, es un bonus muy bienvenido.
Con buenos diálogos, una dosis justa de acción, un toque de erotismo y una trama muy atractiva, Trillo y Meglia nos presentaron un concepto que daba para muchísimo más. Ojalá lo hubieran seguido a lo largo de varios álbumes más.
lunes, 3 de diciembre de 2012
MERDICHESKY: AMBIENTES Y PAISAJES GENUINAMENTE NORTEAMERICANOS, por Herme Cerezo
Como el propio Horacio Altuna señalaba en la entrevista incluida en ‘Charlie Moon’, su anterior entrega, cuando manifestaba "Yo soy un colonizado de EE. UU, culturalmente hablando", la influencia de la cultura norteamericana – cine, música, literatura – resulta bien patente en su trayectoria. En ‘Merdichesky, tercera entrega de la reedición de su integral (PlanetaDeAgostini), volvemos a encontrarnos con una temática, un ambiente y un paisaje genuinamente norteamericanos.
‘Merdichesky’, álbum que comenzó a publicarse por entregas en la prensa argentina en 1981, es cómic negro, sin paliativos, negro puro, con el acicate del humor, algo también inherente al género, y una pizca de sexo y corruptelas sociales. Su protagonista es el vivo retrato del antihéroe policial y del metepatas involuntario. Su imagen, la de este policía, digo, dista mucho del estereotipo del cana duro, implacable y sabueso sagaz. No es más que un pobre diablo, enjuto, tristón y lánguido, que no termina de saber muy bien qué hace allí y al que casi todo le sale mal, o bien pero con efectos contraproducentes. Merdichesky es un irresponsable capaz de dormirse en plena labor policial o de hacer gala de una inconsciencia preñada de honradez que, en un ejercicio de torpe inocencia, se empeñará en desentrañar tinglados de mayor envergadura, en los que andarán inmersos individuos de alto copete (el hijo del fiscal del distrito o un senador), sin darse cuenta del terreno que pisa y de la situación en la que coloca a sus propios compañeros de comisaría, el Precinto 15 como le llaman. Su olfato policial es un auténtico desastre y cuando acierta, porque en alguna ocasión da en la diana, resulta que lo hace por pura casualidad. Pura e inoportuna casualidad más bien. Así, una detención casual resultará estar conectada de alguna manera con alguno de los casos que tenía pendientes de solucionar, lo que le llevará a despejar incógnitas de modo fortuito. En este sentido, las situaciones en las que el guionista, Carlos Trillo, y el dibujante, Altuna, le colocan son realmente delirantes y la sonrisa asalta al lector un viñeta tras otra.
Al pobre Merdichesky, por cierto, menudo nombrecito que le han calzado al muchacho, sus creadores le han adjudicado una madre de órdago, para la que el tiempo transcurrido y la edad de su vástago no cuentan y sigue preocupándose por cosas tan absurdas como su alimentación, "¡Nene, ni la leche terminaste!", o su seguridad, "Llevalo descargado, bebé ... Mira que las armas las carga el diablo y ... ". Son características propias de una mujer insegura, absorbente, posesiva, que todavía no aprendió que su hijo, hora tras hora, día tras día, se juega el pellejo entre lo más curtido y peligroso del hampa estadounidense. Con relación a este personaje, "su mama", resulta impagable la imagen con la que Altuna la retrata: batín, rótulos, redecilla y expresión inexplicable. Impagable, repito, esclarecedora y definitiva.
‘Merdichesky’ es un álbum altamente recomendable para todos aquellos que no pudieron leerlo en su día y constituye un interesante ejemplo de los excelentes frutos que dio en su momento la colaboración artística entre un guionista del fuste de Trillo y un ilustrador como Altuna. En la entrevista, continuación de la del número anterior, que incluye el álbum, Altuna explica su metodología de trabajo a dúo, algo que siempre resulta útil conocer: "nuestra forma de trabajar no era que Trillo hiciera el guión y yo dibujara las historias, en absoluto. En todas las obras que hicimos juntos, yo soy coautor. Y siempre, todo estaba supeditado al dibujo. Es más, nosotros nunca ponemos textos explicativos. Y yo tampoco los utilizo en las historias que he creado por mi cuenta. Así, los diálogos estaban apenas esbozados, no había nada decidido de antemano antes de dibujar. Simplemente, nosotros hablábamos sobre qué podría decir el personaje, y luego yo lo escribía". Efectiva operativa, sin duda.
Acabo señalando que esta reedición de ‘Merdichesky’ ha suscitado una cierta polémica entre los aficionados comiqueros, ya que Altuna, según nota de prensa enviada por la propia editorial a los medios, decidió prescindir de un par de páginas del segundo arco (capítulo), ya que las copias que disponía de ellas eran escaneadas y el autor argentino estaba convencido de que reducirían la calidad de la obra en comparación con las páginas restantes. Reflejado queda.
Publicado originalmente en el sitio del Diario Siglo XXI, el 1 de Abril de 2010
‘Merdichesky’, álbum que comenzó a publicarse por entregas en la prensa argentina en 1981, es cómic negro, sin paliativos, negro puro, con el acicate del humor, algo también inherente al género, y una pizca de sexo y corruptelas sociales. Su protagonista es el vivo retrato del antihéroe policial y del metepatas involuntario. Su imagen, la de este policía, digo, dista mucho del estereotipo del cana duro, implacable y sabueso sagaz. No es más que un pobre diablo, enjuto, tristón y lánguido, que no termina de saber muy bien qué hace allí y al que casi todo le sale mal, o bien pero con efectos contraproducentes. Merdichesky es un irresponsable capaz de dormirse en plena labor policial o de hacer gala de una inconsciencia preñada de honradez que, en un ejercicio de torpe inocencia, se empeñará en desentrañar tinglados de mayor envergadura, en los que andarán inmersos individuos de alto copete (el hijo del fiscal del distrito o un senador), sin darse cuenta del terreno que pisa y de la situación en la que coloca a sus propios compañeros de comisaría, el Precinto 15 como le llaman. Su olfato policial es un auténtico desastre y cuando acierta, porque en alguna ocasión da en la diana, resulta que lo hace por pura casualidad. Pura e inoportuna casualidad más bien. Así, una detención casual resultará estar conectada de alguna manera con alguno de los casos que tenía pendientes de solucionar, lo que le llevará a despejar incógnitas de modo fortuito. En este sentido, las situaciones en las que el guionista, Carlos Trillo, y el dibujante, Altuna, le colocan son realmente delirantes y la sonrisa asalta al lector un viñeta tras otra.
Al pobre Merdichesky, por cierto, menudo nombrecito que le han calzado al muchacho, sus creadores le han adjudicado una madre de órdago, para la que el tiempo transcurrido y la edad de su vástago no cuentan y sigue preocupándose por cosas tan absurdas como su alimentación, "¡Nene, ni la leche terminaste!", o su seguridad, "Llevalo descargado, bebé ... Mira que las armas las carga el diablo y ... ". Son características propias de una mujer insegura, absorbente, posesiva, que todavía no aprendió que su hijo, hora tras hora, día tras día, se juega el pellejo entre lo más curtido y peligroso del hampa estadounidense. Con relación a este personaje, "su mama", resulta impagable la imagen con la que Altuna la retrata: batín, rótulos, redecilla y expresión inexplicable. Impagable, repito, esclarecedora y definitiva.
‘Merdichesky’ es un álbum altamente recomendable para todos aquellos que no pudieron leerlo en su día y constituye un interesante ejemplo de los excelentes frutos que dio en su momento la colaboración artística entre un guionista del fuste de Trillo y un ilustrador como Altuna. En la entrevista, continuación de la del número anterior, que incluye el álbum, Altuna explica su metodología de trabajo a dúo, algo que siempre resulta útil conocer: "nuestra forma de trabajar no era que Trillo hiciera el guión y yo dibujara las historias, en absoluto. En todas las obras que hicimos juntos, yo soy coautor. Y siempre, todo estaba supeditado al dibujo. Es más, nosotros nunca ponemos textos explicativos. Y yo tampoco los utilizo en las historias que he creado por mi cuenta. Así, los diálogos estaban apenas esbozados, no había nada decidido de antemano antes de dibujar. Simplemente, nosotros hablábamos sobre qué podría decir el personaje, y luego yo lo escribía". Efectiva operativa, sin duda.
Acabo señalando que esta reedición de ‘Merdichesky’ ha suscitado una cierta polémica entre los aficionados comiqueros, ya que Altuna, según nota de prensa enviada por la propia editorial a los medios, decidió prescindir de un par de páginas del segundo arco (capítulo), ya que las copias que disponía de ellas eran escaneadas y el autor argentino estaba convencido de que reducirían la calidad de la obra en comparación con las páginas restantes. Reflejado queda.
Publicado originalmente en el sitio del Diario Siglo XXI, el 1 de Abril de 2010
domingo, 2 de diciembre de 2012
HANSEL Y GRETHEL, por Trillo y Breccia
Segunda parte de esta maravillosa historieta realizada en 1979 por Carlos Trillo y Alberto Breccia, publicada en el Nº 4 de la revista El Péndulo.
sábado, 1 de diciembre de 2012
HANSEL Y GRETHEL, por Trillo y Breccia
Hoy tenemos para compartir una auténtica joya de 1979, realizada por Carlos Trillo junto al gran Alberto Breccia y publicada en nuestro idioma en Diciembre de ese año, en el Nº 4 de la revista El Péndulo. Por increíble que parezca, esta historieta nunca se reeditó en nuestro país.
Mañana, la segunda parte.
Mañana, la segunda parte.
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