Hoy quiero detenerme en la que considero la obra cumbre de Carlos Trillo (como si realmente se pudiera elegir entre tantas obras perfectas), y sin duda una de las tres mejores historietas argentinas de todos los tiempos. Me refiero a Peter Kampf lo Sabía, con los inmejorables dibujos de Domingo Cacho Mandrafina. Publicada en forma de libro este 2011 por la editorial argentina Ojodepez!, y a un precio más que accesible ($35), esta edición magnífica cuenta con prólogo de Pablo De Santis y dos excelentes textos alusivos de Fabio Blanco y Javier Benyo, e incluye además la historieta corta de la misma dupla titulada “Los héroes están cansados” (originalmente aparecida en SuperHum®).
Realizada en 1987 y publicada en Fierro en 1988, Peter Kampf lo Sabía es el relato ucrónico de una búsqueda. Paul Laudic, editor francés de historietas y experto en la materia, llega a los Estados Unidos acompañado de su novia colombiana Karin Milas, para ver los originales de Peter Kampf…, tira diaria del historietista Al Hit que había visto la luz en el Daily News a finales de la década de 1920. De hecho, el año de publicación de la tira en la ficción (1928) coincide con la fecha de salida del segundo volumen del tristemente célebre libro Mein Kampf (Mi Lucha), de Adolf Hitler, además de ser el mismo en que se produce una nueva derrota del partido nazi en las elecciones. Al Hit es, precisamente, el seudónimo de Adolf Hitler, pintor austríaco que se dedica a producir historietas para la prensa norteamericana. Sobre esta premisa insuperable, Trillo y Mandrafina construyen una historia única, más allá de que la idea de un mundo en que el nazismo y la llegada de Hitler al poder jamás se produzcan ha sido explotada de diversas maneras en la literatura, como señala Pablo De Santis en el prólogo. A los textos mencionados allí por De Santis habría que agregar la insoslayable novela Respiración Artificial, de Ricardo Piglia, que se aproxima al mismo núcleo narrativo pero desde otro lugar.
La variante del guión de Trillo, que hace de Hitler un historietista –un artista de masas–, le confiere a esta obra un carácter especial, por la profunda relevancia que adquiere para las discusiones sobre el arte mismo de la historieta y el arte en general. Al mismo tiempo, Mandrafina se luce (como siempre) alternando en este caso su característico estilo (para dibujar las escenas de la propia historia de la búsqueda) con un estilo afín al de las tiras de prensa de los años veinte (para graficar las tiras de Al Hit, que salpican aquí y allá la narración de manera perfecta y en relación más que estrecha con esa narración). Su estilo es ideal, además, para el registro burlesco (pero no caricaturesco) de Trillo: sabe captar y representar los matices de los personajes –esos estereotipos únicos, si se me permite la paradoja, que el guionista sabía crear con tanta facilidad– y transmitir en cada gesto, en cada pliegue de la ropa y en cada sombra la maravillosa complejidad que le llega del texto, sin olvidarse de crear un mundo totalmente verosímil en el que nos sumergimos desde la primera viñeta. Justo entre el realismo más clásico y la expresividad más absoluta está el dibujo de Mandrafina.
Todos los elementos clásicos de un guión de Trillo se encuentran ahí, llevados al extremo: personajes masculinos y femeninos inolvidables y únicos, juego con los límites de los géneros, aventura pura y dura con una lógica digna de magia, denuncia política y social, reflexión sobre la narración (puesta al servicio de la propia narración). Pero además están esos detalles que su talento jamás olvidaba colocar por todos lados. Así, la tira Connie (de Frank Godwin) utilizada en un momento trata sobre la cena entre un hombre y una mujer, que es de lo que hablaban poco antes los personajes e incluye una mención a China, clave en uno de los aspectos de la tira Peter Kampf…; la frase “No te metas, Steve, no te metas” resuena a dictadura en el oído argentino; de la figura de Goebbels, que en la ficción dirige una agencia de publicidad, se dice que se ocupa de promocionar jabones y gaseosas, elementos que remiten a tantos chistes antisemitas y al origen de la bebida Fanta (asociada con el nazismo), además de referir magistralmente también a la Coca-Cola, “el sabor para la América blanca”; el editor Paul Laudic problematiza la figura de los colaboracionistas franceses durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta historieta constituye, entre tantas otras cosas, una gran parábola sobre el nazismo, y hay que leerla sin duda en relación con el Maus de Art Spiegelman: por sus sutiles semejanzas, por sus profundas diferencias y, sobre todo, por su idéntica calidad. Y es también una gran metáfora sobre el poder del arte, sobre su relación con la política y la ética y la moral. Entre tantas otras cosas, insisto. Su último cuadrito, que es a la vez dos cuadritos y todos los cuadritos, me parece artística y simbólicamente insuperable. Una obra inagotable por donde se la lea y se la mire. Historieta en grado pleno.
Si tenés plata para comprar solamente una historieta durante este mes, o durante este año, o durante esta vida, que sea Peter Kampf lo Sabía, de Carlos Trillo y Domingo Mandrafina.
Publicado originalmente en el blog Sobre Historieta, el 7 de Noviembre de 2011.
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