Segunda parte de una entrevista originalmente publicada en el número 22 de Fierro, en 1986.
MG: Los enigmas del PAMI me parece una lectura sobre el Proceso también. Los jubilados con su hambre surrealista, se comen la suela de los zapatos, chupan el piolín del salame. Los personajes vistos con una mirada muy tierna son, físicamente Enrique Breccia y vos cuando sean viejitos. La visión es poética y con un vuelo y una libertad de expresión de enorme pureza: un intelectual volviendo a “Anteojito” ¿Para qué haces Los Enigmas?
CT: Para llenar seis páginas en una revista. Es muy difícil pensar.
MG: Por ahí, en una aventura, aparece también Alberto Breccia
CT: Si. Eso de meterse en el mundo de los viejos y los chicos siempre es una cosa fascinante. En general son muy desgraciados los chicos de nuestras historias. Y los viejos. También Charlie Moon era triste, melancólico. Una historia, de iniciación, en definitiva, que uno mismo ha pasado. La historia del crecimiento en medio de un mundo que parece absolutamente desconocido y donde se tienen muy pocos indicios de cómo es. El pequeño rey (en cambio) era un chico que iba a conquistar un reino. Una de Kipling.
MG: Y El Ultimo Recreo, también con dibujo de Altuna, donde los chicos estaban condenados a morir en cuanto les surja el deseo sexual…. Es también una historia de iniciación.
CT: Yo creo que tienen que ver con todas las cosa que a uno le han hecho vivir, uno está impregnado de la vida que ha vivido.
MG: ¿Qué pasa cuando vos terminas el primario y entras al secundario…? Esa etapa preadolescente tuya… ¿Qué cosas suceden a tu alrededor? ¿No es el golpe?
CT: Claro. Yo terminé el primario el año que cayó Perón. Un año bravo en que la vieja iba a buscarme porque tiraban bombas. Íbamos a ver los cráteres de las bombas. Yo creo que lo que uno escribe tiene que ver con todas esas cosas, pero El último recreo tiene un final feliz, de todos modos. Ahora Mandrafina tiene un guión donde los chicos son cruelmente grandes, andan con ropa de grandes, asesinan y todo. Por ejemplo: tiran un tiro con los dedos pero el otro se cae muerto de verdad. Lo que pasa, pasa en la realidad.
MG: Con Mandrafina, en Serie Muda, encuentras la síntesis de la imagen de lo que vos escribes como autor. Mandrafina es tu realizador en imágenes de lo que vos creas sin necesidad de diálogos. Es una suma muy fértil.
CT: Siempre me dijeron: “Al final el único que trabaja es el dibujante, porque no hay ni un globito”. Da mucho trabajo para un guionista hacer una historia. Primero por hay que sentirla.
MG: Y además toda esa imagen de Palermo que vos tenias de pibe, ¿no?...Caballos, tranvías…
CT: Que también la tiene Mandrafina, seguramente, aunque él era de más hacia el centro. Pero habremos visto pasar los mismos tranvías, las mismas series en la parroquia, ésas que te enganchaban parar que tomaras la comunión la semana que viene y te dejaban con la película sin terminar. Esas de doce capítulos en que la diligencia se iba al abismo y en el capitulo siguiente en realidad la salvaban cien metros antes de adonde había llegado en el episodio anterior. ¡Te mentían alevosamente!
MG: Ahí tenías también El Gordo y el Flaco…
CT: Claro, las cosas de cine mudo. Uno ha visto a Chaplin en la parroquia…
MG: Todo ese mundo, esos villanos… Una recreación gloriosa. Sin embargo, si bien revalorizan la visión poética infantil en su mejor acepción, también tienen una lectura cruel: el tipo mata a la mina dentro de la galera porque no “la puede”; o el último que queda con la bomba en la mano es el chico y la bomba explota de verdad. Es una lectura a partir de la realidad, con un sentido doloroso de la vida casi tanguero.
CT: Y, bueno: algo debe haber de tango en las cosas que uno hace, porque hemos mamado algo de eso. Pero en definitiva lo que hacíamos era contar historias del cine mudo y ponerles un ingrediente de realismo: si yo le pego un tiro lo mato, no lo chamusco…Porque en el cine mudo por ahí pasaban esas cosas y uno, que era chico decía: “Esto no puede ser, si se le cayó una pared en la cabeza no puede salir tan tranquilo”.
MG: También hay una lectura tanguera en Marco Mono, en el Husmeante.
CT: Marco Mono eran una aventura de historias unitarias sobre la maldad. En definitiva eran chistes, un gag malvado, tocar timbres y darse a la fuga, pero de una manera un poco exagerada tal vez.
MG: Además era un mono negociador de la realidad, una especie de Rasputín del Corto Maltés.
CT: Sí, Marco Mono negociaba.
MG: Y el otro personaje muy importante que haces para la revista Cuero con Mandrafina es Husmeante, con algo de serie negra y otro tanto de ese clima futurista de Blade Runner, donde también hay un poco de literatura negra, pero no de tango o de bolero.
CT: En Husmeante el código moral esta recorrido en definitiva. No es un personaje que participe de la moral standard ni a favor ni en contra. Participa de una moral distinta donde mutilar a un tipo por la calle, por ejemplo, esta buen. Además enfrenta los casos con una especie de aburrimiento insigne, está en un mundo que lo obliga a hacer cosas que en definitiva a él, bueno o malo, le dan lo mismo. Se está ganando unos mangos… Oscar Steimbreg le encuentra un paralelo con Marc que dibujaba Trigo con guiones de Lamborghini, donde la moral esta fuera y no está dentro, porque uno no toma el papel de lo que está bien ni tampoco es el malo. Tan malo como para que se note que es malo y no bueno. Distinto de Oesterheld, que siempre ponía la moral en alguna parte. El era victoriano. Uno aprendió a leer con él. Tenía una moral militante: el culto a la amistad, a las cosas buenas de la vida. De alguna manera bajo la línea de lo que está bien y está mal como Stevenson, como Conrad.
Los misterios de Ulises de Boedo es una historia explícitamente ideologizada. Sin terminar. Con un final casual pero no verdadero por cuestiones de mercado. Aparecían esos personajes legendarios: Jauretche, Américo Tesorieri, Homero Manzi, el ciego del verso de Carriego, el colectivero que se volvía loco y que veía los semáforos como víboras; los cara de culo que eran los jefes y toda esa calaña. A Dolina le salen mejor todas esas cosas. El Ulises de Boedo se hubiera debido parecer a Dolina pero Mandrafina no tenia fotos de él cuando lo tuvo que hacer y nos salió más parecido a Menotti, aunque ambos compartían algún parentesco físico de tipos altos y melancólicos.
MG: Piñón Fijo tiene algún parentesco, a su vez con la Serie Muda. Desde Mandrafina a cierto concepto de la escenografía o el modo paródico.
CT: Es una cosa paródica. El planteo es que el discurso va por un lado mientras que la imagen va por otro. Estamos contando la historia de un caballero, pero es un deshollinador, estamos diciendo que hay un coro griego y es el Ejército de Salvación, decimos que hay un rey todopoderoso, pero el rey es un gánster que tiene un garito. Esa es la intención. Si se nota o no es otra cosa.
MG: ¿Y cuál es la intencionalidad de la intención?
CT: Joder un poco. Yo no creo en el mensaje de las cosas.
MG: En épocas del destape el deshollinador se mete en el útero…
CT: Claro. Es una zona interesante para explorar. Hay un momento en que el personaje tiene una regresión motivada por una droga.
MG: Al Quijote le pasa algo así...
CT: Seguramente algo de eso tiene Y quisimos contar una regresión y dijimos ¡Que mejor regresión que volver “a la concha de su madre”! Entonces adentro se encuentra con el papa, que es él mismo pero mucho más grandote gigantesco; y con la mama, que lo hubiera preferido empleado público o bancario pero no caballero, lo que le parece terrible y una gran pérdida de tiempo para su hijo
MG: ¿Se supone que no puede ser caballero?
CT: Se supone que el bien no paga al revés de esa vieja consigna yanqui. En todo caso, hay una cosa desencantada. El quiere ser caballero, pero su jefe es un gánster. El estaba buscando una cosa que es el polvo del poder pero en realidad está buscando un cofre lleno de droga. ¿Por donde pasa el poder y que significa el poder? En todo caso, si algo estamos diciendo debe pasar por ahí.
MG: ¿Puede pasar por esta idea actual de que se acabaron las ideologías y los mitos? ¿Cómo si todo eso hubiera sido un engaño o algo parecido?
CT: ¿En qué consiste ser héroe en este tiempo?, ¿Quién es el héroe…? ¿James Bond que es agente de los servicios ingleses? Ha cambiado bastante el heroísmo en relación con las viejas hadas que decían que el rey era bueno y justo como Ricardo Corazón de León, y que sus caballeros eran un dechado de virtudes. La realidad muestra que todo eso no existe.
MG: Giovanni Giovaninni, presidente de ANSA, la agencia de noticias italiana, decía hace poco en la clase magistral que dio como comienzo de la carrera de ciencias de la Comunicación de la UBA, de lo inimaginable de la aplicación de la tecnología actual y la que se viene, en el campo de las comunicaciones humanas… Custer sería esa idea tuya de lo inimaginable imaginado de esa tecnología.
CT: Un escritor inglés decía que en el siglo XX con la irrupción de los medios de comunicación, se había producido un desfasaje. Nosotros nos enteramos de la realidad a través de los shows de noticias, donde se vuelca intencionalidad e ideología al hecho desnudo, cómo lo ve alguien desde determinado signo ideológico. Son los noticieros de TV, con sangre y avisos comerciales, donde se ha vulgarizado la noticia transformándola en una ficcion. Antes, la literatura decimonónica decía que la realidad era lo que estaba fuera y la fantasía lo que estaba dentro de uno. El dice que eso ha cambiado. La realidad es lo que está dentro y la fantasía es lo que está fuera. Que nada de lo que se nos dice es cierto objetivamente. Que el último refugio de la realidad está dentro nuestro, donde antes moraban los fantasmas y las fantasías. A partir de esa idea que recorté, pensé en contar una historia donde por un lado se cuenta lo que en realidad le pasa a una persona y, por otro lo que un medio de comunicación hace con las cosas que le pasan a esa persona. Hay una cosa que es cierta y otra que es por montaje. Eso es Custer.
MG: ¿Por qué un nombre de hombre a una mujer y porque Custer?
CT: No sé, Me gusto. El nombre de una mujer como el de un general me pareció bien. El nombre de un héroe cuestionado, endiosado o vituperado por una misma acción: aniquilar a los indios. Pero ése es otro custer.
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