Entrevista realizada para el diario La Voz del Interior, publicada el 8 de abril de 1999.
-¿Cuántas historietas está escribiendo actualmente?
-Semanalmente escribo junto a Eduardo (Maicas) las páginas de Clara de Noche que se publican en Página/12, y a solas las cuatro páginas de Tilo, mi nuevo personaje de la revista Genios. Preparo también uno nuevo para un comic-book que saldrá en Italia desde septiembre a razón de 30 páginas mensuales. Tenemos bastante avanzado un álbum que tiene asegurada una gran distribución internacional y que está dibujando (Ernesto) García Seijas. Con el español (Jordi) Bernet comenzaremos seguramente antes de fin de año otra historia de Cicca Dum Dum, cuya primera aventura se publico en Penthouse español, en la Blue italiana y en un álbum de Editions Albin Michel de Francia. Todos nos piden la continuación. Estamos reuniéndonos con (Cacho) Mandrafina para hacer la tercera parte de Iguana, una historia paródica de ambientación latinoamericana que fue publicada en Francia y en Italia y que recibió premios y menciones. Glénat de Francia me pidió una historia posible de serializar, de tema policial, para que dibuje Walter Fahrer. En fin, hay tantas cosas en plena producción y, como siempre, una cantidad de proyectos.
-¿Cómo hace para trabajar en tantas narraciones simultáneamente?
-Todo es un continuo. Como esos malabaristas que tienen platitos sobre la mesa, los hacen dar vueltas con el dedo y el chiste está en que ninguno se quede quieto. Hacer historietas es como eso. Escribís un guión y movés un platito y como otro está empezando a quedarse quieto, lo hacés mover. Y así.
-¿Y cómo se logra, en ese movimiento constante, cuidar la calidad de todos los platitos?
-En general uno no está muy contento con los resultados, por suerte. Uno quiere que salga mejor en el futuro. Pero no dan ganas de retomar las historias ya acabadas. Esa idea de los personajes que duran para siempre es dura. Yo no resucitaría a ninguno de los que se terminaron. Si se plantean con coherencia, terminan cuando deben terminar. Lo mejor es trabajar con personajes diversos e ir cambiando el sistema de producción, sino se vuelve muy aburrido. Y creo que hay que hacerse responsable de todo lo que uno hace. Si por falta de talento, ingenio o dolor de muelas salió feo, uno trata de hacerlo mejor la semana que viene. Pero la función debe continuar.
-¿De qué manera vive el éxito internacional de su obra?
-Eso de “éxito internacional” de mi obra es francamente excesivo. La internacionalidad fue, más que nada, fruto de la necesidad de supervivencia y de evitar la explotación. En Argentina, de ciertos seudoagentes que lucraron ampliamente con nuestro trabajo. Ellos nos compraban historietas una cifra fija para publicarlas en nuestro país exigiendo que el autor firmara una cesión de derechos universal. Entonces pensé que lo mejor era ir en busca de esos editores para venderles directamente mis cosas. Y he tenido la suerte de vender mis trabajos a editores europeos que me pagaron los correspondientes derechos de autor, lo que me ha permitido no perder el control sobre mi producción. Por otra parte, acá hay pocos canales que permitan difundir lo que hago. No hay pues, muchas otras posibilidades que la de volcarse al mercado internacional si uno pretende permanecer en el sector.
-¿Y cómo siente el hecho de que los argentinos sólo pueden leer una mínima parte de su gran producción?
-La producción no es tan grande… pero lo que se publica aquí no llega a la tercera parte del total. Y nada puedo hacer desde mi lugar de trabajo contra esa tendencia descendente de nuestro mercado. Lamentablemente, porque siempre pensé que las mejores cosas que hice tuvieron la exigencia, para mí, de esos ojos argentinos que miraban sobre el papel impreso de las revistas.
-Usted intentó autoeditar su obra en el país.
-Si. En realidad fue la experiencia de un grupo de autores. Sacamos Puertitas, que duró poco porque terminamos perdiendo dinero.
-Alguien puede tener la idea de que un autor en su situación debe ser rico.
-Nadie se hace rico haciendo historietas. Es un trabajo divertido, pero que tiene sus picos de bonanza y sus picos de pobreza. Pero en general es un medio de vida bastante modesto y hay que hacer muchas páginas para vivir de él. Si el único soporte que se tiene es el papel, difícilmente se haga rico.
-Algunas de sus creaciones ya pasaron a la pantalla. Caso de “Cybersix” que salió en TV con interpretación de Carolina Peleritti.
-Si… Con Carlos(Meglia) vendimos los derechos de Cybersix para hacerlo en TV, y en el intento de hacer algo moderno hicieron una cosa que no se entendía. Y en una historia que se supone tiene que tener tensión dramática, un crescendo, momentos de suspenso… que no se entienda nada, es grave. Me pareció una porquería. Pero te ponen delante del abismo. Te dicen: “Te doy un dinero a cambio de los derechos”. Si se los das, pasan esas cosas o hacen cosas maravillosas. Si no se los das te quedas con la duda de si hubieran hecho algo lindo.
-¿Y no preferiría escribir usted mismo las adaptaciones de sus obras al cine o la TV?
-No. Yo particularmente no sueño con llevar lo mío a la pantalla. Sólo quiero hacer historietas. Si se da y me pagan, yo las vendo.
Y eso está sucediendo: ahora Cybersix tiene una nueva oportunidad en manos de estudios japoneses y canadienses que la convierten en animación para el mercado mundial empezando por HBO y la televisión francesa Y la productora Miramax prepara un largometraje con actores basado en el comic que Trillo está publicando en editorial Perfil.
Gracias! Un honor que levanten mi antigua entrevista.
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