lunes, 3 de septiembre de 2012

PERSONAS Y PERSONAJES, MECANISMOS Y SENTIMIENTOS, por Carlos Trillo

A mediados de la década del ´40, Dante Quinterno tenía algunos problemas. A su semanario Patoruzú, rey del humor durante diez años, le había salido, en 1944, un competidor que le pisaba los talones: Rico Tipo, de su ex colaborador Guillermo Divito. Para colmo, la Segunda Guerra Mundial, que recién terminaba, había dejado al mundo patas arriba, impidiéndole, por faita de insumos, terminar la película Upa en Apuros, que se conoció finalmente como cortometraje de relleno en las salas cinematográficas.
Evaporado el deseo de convertirse en el Walt Disney argentino, Quinterno volvió al conocido negocio del papel impreso, y decidió lanzar una revista de historietas.
El personaje central y "chico de tapa" debia ser una versión infantil de su cacique patagónico, para montarse sobre su descomunal éxito. Los encargados de crear el mundo que iba a rodear al pequeño indio fueron los guionistas Ferrazzano y Mirco Repetto. Ellos reciclaron a Isidoro como el padrino Isidorito, el caballo Pampero se convirtió en Pamperito, rejuvenecieron un poco a la Chacha, Ñancul y el Coronel Cañones, e inventaron dos divertidos enemigos: el brujo Chiquizuel y su nieto Chupamiel. Alrededor de esta creación ganadora se edificó el nuevo semanario que apareció el 10 de octubre de 1945.
En el número uno, Patoruzito incluyó la aventura por entregas de Vito Nervio, un joven policía que cuando se dirige a su boda recuerda que olvidó los anillos en el Departamento de Policía. Regresa a su oficina, se entera de que un peligroso criminal anda suelto y, en lugar de retornar a la iglesia, inicia la investigación del caso de los cadáveres resucitados. Mirco Repetto, autor de La Vaca Aurora, era no sólo el guionista de la historieta central, sino también el de este detective porteño a quien hizo enamorar de la jefa de la banda de villanos El Triángulo Verde, Madame Zabat, ingrediente capital durante los largos años que duró el personaje.
La historieta ya había dado un detective argentino, Carlos Norton, aparecido en el vespertino Crítica en 1935 con guiones de Amenábar y dibujos de Bernabó e inspirado en un éxito del radioteatro, Pero fue Vito Nervio quien quedó para siempre en la memoria del lector como el gran Sherlock Holmes de Buenos Aires.
En noviembre de 1946, Repetto, tapado de trabajo en la editorial, pasa la posta de los guiones a Leonardo Wadel, director de Patoruzito y fanático lector de los viejos folletines franceses. Por fin, el 30 de octubre de 1947 terminan los cambios, cuando los dibujos pasan de las manos del uruguayo Emilio Cortinas a las del uruguayo Alberto Breccia, quien fue perfeccionando su estilo y, según contaba él mismo, habrían de pasar cinco años antes de que Quinterno aceptara aplastarle el jopo al investigador porteño. Poco a poco, Vito Nervio se convirtió en el "detective gaucho", que vivía aventuras en todo el mundo, por momentos especie de antecedente de James Bond, pero siempre con el mate y la bombilla en la valija.
Cesare Civita llegó un poco más tarde. Venía de la empobrecida Italia de posguerra con los derechos para publicar los personajes de Disney en la Argentina. Una vez que puso a andar el semanario El Pato Donald, y algunas colecciones de libros ilustrados, se lanzó a publicar revistas de historietas. El obstáculo de que los mejores dibujantes y guionistas estuvieran acaparados por su próspero competidor, lo superó comprando material en el mercado italiano, que tan bien conocía.
Inventó dos títulos, Cinemisterio y Salgari, pero los nombres no tenían el atractivo ni el significado de Patoruzito y los lectores no se sentían demasiado motivados a comprarlos. Le faltaba un personaje central, fuerte, pregnante y recordable. Hasta que el 18 de junio del '47 apareció en Salgari un novedoso héroe llamado Misterix.
¡Bingo! El tema de la energía atómica estaba de moda. La bomba ya había despertado la paranoia del fin del mundo, y nadie olvidaba cómo los yanquis habían cocinado a millones de japoneses con sus ataques a Hiroshima y Nagasaki.
Misterix era un científico inglés altruista y arrojado, que había inventado un traje a prueba de balas en cuyo cinturón se incluía una pila atómica con la que, sólo variando la intensidad, podía desmayar o pulverizar a los enemigos que enfrentaba.
De inmediato fue evidente que ése era el personaje capaz de hacerle frente a Patoruzito, y el 3 de septiembre del '48 apareció la revista con su nombre.
Misterix ya se había publicado en Italia, por poco tiempo. Lo habían creado Max (Maximino) Garnier, un ilustrador de trazo personalísimo, y Paul (Paolo) Campani, que después supo dejar su marca en el dibujo animado y se lo recuerda por sus memorables comerciales para las tandas publicitarias de la RAI.
Alberto Ongaro, actualmente un importante autor de novelas históricas, comenzó poco tiempo después a escribir los guiones, y Garnier abandonó la partida al cabo de unas pocas entregas.
Ongaro fue el único guionista italiano que, en 1950, vino a la Argentina para trabajar en Editorial Abril. Junto a él, llegaron Faustinelli, Hugo Pratt, Ivo Pavone y Guglielmo Letteri. Campani, que ya estaba desarrollando su estudio de animación, prefirió seguir trabajando desde Italia, y a lo largo de casi cinco años dio vida no sólo a Misterix sino también a otro personaje "moderno": Bull Rockett, creado por el guionista argentino H. G. Oesterheld. En 1952, Campani abandonó las historietas, y los dibujos quedaron a cargo de Francisco Solano López -Bull Rockett- y Eugenio Zoppi -Misterix-.
Quinterno y Civita representan, sin duda, lo mejor que se hizo en la historieta argentina antes de 1957, cuando aparecieron Hora Cero y Frontera. Al clasicismo de Patoruzito se enfrentaba la audacia temática de Misterix, así como en el terreno del humor, Divito y su Rico Tipo se oponían a Patoruzú con un lenguaje más desinhibido y actual.
Del mismo modo en que competían los dos grandes editores de historietas, también competían los héroes que intentaban llamar la atención desde cada semanario.
Pero el personaje Misterix no confrontaba con el personaje Patoruzito. Los adultos no se agarran a piñas con los niños, y el dibujo humorístico tiene un espacio que no es el del dibujo realista. Misterix tenía, cada semana, la pelea de fondo con Vito Nervio. El flemático inglés debía medirse con el ingenioso argentino. Uno enfrentaba el combate con su lógica deductiva y su arrojo casi inconsciente, el otro con su invulnerabilidad, sus aires novedosos y su poder, casi como el de un Superman, al servicio del bien. El flamante tema de las armas atómicas le daba batalla al policial clásico probado hasta el cansancio. Y todos los jueves en Patoruzito, y todos los viernes en el semanario de Editorial Abril, ganaba la aventtira, y los lectores perdían el aliento ante las peripecias de los ya entrañables personajes.
Se puede afirmar que ambas historietas eran relatos de mecanismo, relojes que funcionaban a la perfección con su dosificado suspenso, su intriga, sus malvados y sus revelaciones sorprendentes. Típicos productos en los que la ideología de la editorial está siempre por encima de la intención de los autores.
Hubo que esperar hasta 1952, cuando la quema de un lejano bosque en Finlandia puso ei precio del papel por las nubes y las revistas debieron reducir su número de páginas, para ver cómo reaccionó cada una de las dos revistas en esa pelea, hasta entonces tan pareja.
Patoruzito quitó páginas y bajó el número de historias semanales de veintitrés a diecisiete haciendo crecer los textos y achicando los dibujos. Vito Nervio pasó de cuatro tiras por pagina a cinco, agregando así alrededor de ocho cuadros a cada entrega, para disimular la quita. Misterix, siempre en el formato apaisado, achicó el tamaño de las páginas y siguió ofreciendo tres tiras por página. El personaje central continuó con sus historias de mecanismos impecables, pero la incorporación de Oesterheld, de quien tanto se ha hablado y se hablará en estos prólogos, sumó algo que hasta entonces la historieta realista tenía en dosis mínimas: reacciones humanas, sentimientos que empezaron a conmover al público de una manera nueva.
Y los personajes de los que aquí se ha hablado, pasaron a un segundo plano. Y los lectores se pusieron a buscar en sus héroes personas que sufrieran cada tanto un dolor de muelas, que alguna vez lloraran de amor o que tuvieran miedo de morirse. Nada menos..

Prólogo a la edición argentina de Vito Nervio/ Misterix (Clarín, 2004)

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