Para Carlos Trillo sólo hay dos formas de contar la historia de países como la Argentina: o desde el heroísmo de los que pierden o desde la podredumbre de los que ganan. Por eso, cuando le encargaron una historieta desde Francia, optó por la más difícil. Así nació Sarna, una historia ambientada en una ciudad corrupta muy parecida a Buenos Aires, poblada por prostitutas, jueces, curanderas, periodistas e hijos de desaparecidos que padecen el poder de un oficial de policía, ex represor y apropiador de bebés al que el pasado no tortura. Pero le pica.
El pedido vino del prestigioso sello francés Albin Michel: “Queremos una historia negra”. Y el guionista argentino Carlos Trillo, acostumbrado a trabajar por encargo para el exterior, dijo: “De acuerdo, pero ¿quién dibuja?”. “Te mandamos uno”, le respondieron. Trillo esperaba a un ilustrador francés, esos que manejan al detalle la ambientación de una escena; sin embargo el dibujante que golpeó a su puerta días más tarde –un joven llamado Juan Sáenz Valiente– vivía a cuadras de su casa. Había ido a buscar trabajo al Festival de historietas Angouleme (Francia) con un cuento de García Márquez convertido a cuadritos y lo habían mandado a trabajar con otro argentino.
Trillo le contó al debutante la historia del teniente de policía Lucho Lasabbia, un tipo pintón, de falsos ojos azules, vestido de Armani, comprador y seductor. Un tipo que políticamente tiene todo lo necesario para ser dueño de una impecable máscara que impide ver a la sociedad (de la ciudad ficticia llamada Santa) su verdadero rostro: corrupto, asesino, impiadoso con sus subalternos, con jueces, curanderas y prostitutas, amigo del poder militar y, claro, ex torturador. El pasado no lo condena, le pica. Lasabbia se rasca a toda hora y en todo momento. A donde vaya lo persigue un ruido siniestro: “Scratchscratchscratch”. Por eso, a espaldas del teniente, los que padecen su impunidad lo bautizaron “Sarna”.
“Antes de empezar a trabajar –explica Trillo–, me di cuenta de que en las sociedades latinoamericanas la injusticia es tan natural y los abusos de poder tan enormes que no parece que haya otras maneras de contar las cosas: o desde el heroísmo de los que pierden o desde la podredumbre de los que siempre ganan.” Y, como sucede casi siempre en sus historias, el guionista optó contarla desde la perspectiva de un tipo: “miserable y repugnante, como muchos de los que habitan en este país”.
En clave policial, la historia de Sarna es de un realismo exasperante. Las páginas del diario convertidas en historieta. Las trampas políticas, los medios de comunicación usados como pantalla, la policía que se ríe del pasado y la sociedad esclava de la impunidad, dan cuenta de un país enfermo hasta los huesos. Tan Buenos Aires es Santa que ni Trillo ni Valiente pudieron escapar a las heridas nacionales, aunque la historia transcurre en una ciudad que roba luces y sombras de Bogotá y Sao Pablo. Así aparece en escena Aldo Rico encarnando a un general que aconseja a Lasabbia la manera más sucia de salir victorioso ante el apremio de un juez que lo acorrala. “Esa referencia fue elección del dibujante: como a Valiente le gustaba mucho el rostro de Rico, lo incluyó, pero sin duda la historia lo llevó a elegir esa cara y no otra.”
En ese mundo enfermo, aparece Sofía, una joven hija de desaparecidos que Lasabbia sodomiza y esclaviza gracias a la adicción de la chica a la cocaína. Ante la pregunta sobre el lugar de degradación que le otorga a la figura de los desaparecidos, Trillo se defiende: “Los esclavos no son culpables, los esclavistas siempre, me parece. La pobre chica se ha convertido en eso tan triste (a mí me dio mucha tristeza) por culpa de Sarna. Pero sin duda la muchacha esclavizada por la droga es inocente”.
La mano sutil del dibujante Sáenz Valiente es la que encuentra las fisuras en la realidad, iluminando zonas de humor y sátira, poniendo su propio cuerpo en escena y mezclando infiernos. La historia transcurre bajo un sol que nunca se ve y la miseria de los personajes se acentúa por sutiles líneas caricaturescas.
Editada en el país por el flamante sello nacional Iron Eggs, Sarna fue rebautizado por los editores franceses de Albin Michel como Historia de un Gusano. Explica Trillo: “Cuando uno trabaja para el comic comercial te piden que escribas en lengua blanca, neutra. Pero a mí me gusta escribirlas como hablamos. Hace un tiempo me pasó con Jordi Bernet, con quien hacemos Clara de noche (que se publica en el suplemento No de este diario): yo le indicaba “se saca la pollera”. Como Bernet no entendía qué era pollera, lo asociaba por el lado de la polla. Con Sarna pasó algo similar: es una palabra muy ofensiva para ellos y no la usan como nosotros la usamos de apodo”.
Como en muchos de sus personajes y sus historias, Trillo tiene la habilidad natural para dejar al lector con una simple pregunta en la boca: ¿continuará? “Tal vez, tal vez, hay que esperar a ver cómo funciona en Europa, yo tengo ganas de seguirle los pasos a ese miserable y tal vez la chica Sofía sea el ángel de la historia...”
Publicado originalmente en el Suplemento Radar de Página/12, el 20/ 2/ 2005.
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