viernes, 1 de junio de 2012

TRAGAPERRAS: EL ROSTRO DE LA FRUSTRACIÓN FUTURA, por Herme Cerezo

En ‘Tragaperras’, Horacio Altuna y Carlos Trillo nos adentran en un territorio especial, mitad presente, mitad futuro. Probablemente, cuando pergeñaron las historietas que integran el álbum, publicadas en la revista ‘1984’ (Toutain Editor) a principios de los ochenta, todo era futuro porque la informática, al menos por estos pagos, no estaba tan desarrollada como en otras latitudes y apenas si balbuceaba inmensos listados de papel pijama, vomitados por impresoras de generaciones cuaternarias y casi mastodónticas. ‘1984’, además de una revista, fue el año en que murieron Cortázar, Truffaut y Peckimpah, al tiempo que nacían Andrés Iniesta y Scarlett Johansson. Fue también el año en que Giraud publicaba ‘El final del camino’ de la serie del Teniente Blueberry y Muñoz y Sampayo continuaban con las amargas correrías policiales de Alack Sinner con ‘Encuentros y reencuentros’.
‘Tragaperras’ abarca una serie de breves relatos de ciencia-ficción, unidos por un nexo común: todos los personajes utilizan una máquina tragaperras, en realidad un artefacto metálico con pantalla, que les muestra un mundo idealizado, cincuenta por ciento deseo, cincuenta por ciento frustración, relacionado de algún modo con sus problemas cotidianos. Las maquinitas, que se encuentran por todas partes y en los lugares más insospechados (una calle desierta, un centro comercial concurrido) teóricamente permiten que, a cambio de unas monedas, el usuario logre mejorar y optimizar su estado anímico, cosa que no siempre ocurre. Y es que la palabra frustración es, precisamente, la que mejor define este álbum ya que todos los que recurren a ella – a la máquina, digo - lo hacen porque algo en sus vidas no funciona como desean. Ahí precisamente radica el éxito de estos artilugios que ofician como cerebros ilustrados, como conductores de pasiones y como proyectores de utopías virtuales.
Otro vocablo espléndidamente retratado en ‘Tragaperras’ es el de la soledad. Los protagonistas de las historietas, además de frustrados, viven solos, caminan solos, duermen solos, incluso gobiernan solos, en un claro guiño a tantos dictadores sudamericanos, tan fenomenalmente descritos por García Márquez y otros narradores del Cono Sur en sus novelas. Es la soledad la que aumenta su frustración y les fuerza a buscar las tragaperras.
Gráficamente, el propio Horacio Altuna reconoce que en los años que dibujó ‘Tragaperras’, sus viñetas estaban influenciadas por el Moebius futurista. Sin embargo el gesto casi paranoico e insatisfecho que reflejan sus personajes les otorga un sello propio, tan propio que ellos mismos no entienden muy bien por qué no marchan sus asuntos como esperaban. El ejemplo que se repite en varias de las historietas es el del sexo. Hombres y mujeres dan rienda suelta a su insatisfacción, más acusada en el sexo masculino que en el femenino, que se manifiesta de múltiples maneras: incapacidad de conseguir pareja, imposibilidad de canalizar el apetito sexual o decepción por la oportunidad perdida. Esta sensación se acentúa porque el ilustrador argentino, con fino trazo y gusto, esboza mayoritariamente unas mujeres atractivas, de bellos rasgos y sensual anatomía, que contrasta especialmente con el desaliño de sus antagonistas masculinos, frecuentemente mal peinados, obesos y sin afeitar.
El toque futurista que todavía conserva el álbum viene dado por las calles que desfilan por sus viñetas, escenarios de esos dramas individuales. Los coches voladores, pequeñas aeronaves que circulan entre los edificios, por el aire, al estilo Blade Runner, son la avanzadilla de un tiempo que, quizá, no esté demasiado lejos. Si la crisis actual, el precio de los combustibles y las bicicletas lo permiten algún día.
En resumen, ‘Tragaperras’ es una vuelta de tuerca más, otro aspecto del rico universo de Altuna y Trillo, alejado en este caso de sus influencias norteamericanas, que ya quedaron patentes en sus álbumes ‘Charlie Moon’ o ‘Merdichesky’. Altuna y Trillo, Trillo y Altuna, una pareja de artistas complementarios, de una riqueza increíble y de una imaginación y curiosidad inagotables.

Publicado originalmente en el sitio del Diario Siglo XXI, el 19 de Noviembre de 2010

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