viernes, 26 de octubre de 2012

LOS ULTIMOS TIEMPOS DEL HUMOR ARGENTINO (1968-1976), por Carlos Trillo

1968. Luego de un fracasado intento de humor oficialista que se llamó La Hipotenusa y que aguantó con una venta escasísima tres meses en 1967, en mayo de 1968 aparece Tio Landrú.
Se trata de la revista heredera de la tradición iniciada en 1957 con Tia Vicenta, un semanario corrosivo, despreocupado, con chispazos de surrealismo que llegó a vender 250.000 ejemplares semanales. A principios de la década del '60, Tia Vicenta había comenzado a flaquear luego de una desinteligencia entre sus mentores (el dibujante Landrú y el escritor Carlos del Peral). Sin embargo, Landrú consigue vender la revista como suplemento de un diario de gran tirada (el mismo que en 1966 roba Mafalda al semanario Primera Plana): El Mundo. En este periódico, Tia Vicenta conoce un nuevo período de espiendor que es cortado en octubre de 1966.
Onganía prohíbe la edición de Tia Vicenta junto con el diario El Mundo por una falta de respeto a su investidura presidencial: en una tapa lo comparan con una morsa por los grandes bigotes que adornan su cara.
Landrú, que además de ser el más cotizado humorista político argentino, es un astuto observador de pautas de comporta¬miento de las clases sociales que componen la población de Buenos Aires, propone al diario la publicación de un suplemento llamado Maria Belén, en homenaje a uno de sus personajes más festejados, una chica de alta sociedad con tics y modos de hablar y vestirse que en esa época la clase media estaba copiando cuidadosamente. Y Maria Belén, aparece en el diario El Mundo hasta su repentina desaparición, por quiebra de la empresa editora, en 1967.
En 1968, pues, Landrú retoma la idea de un semanario político con Tío Landrú, la revista que, como reza su slogan, "anda bien cuando las cosas andan mal".
Landrú es la estrella de la nueva publicación, y lo acompañan algunos dibujantes jóvenes, junto con algunos de los que se habían hecho conocidos ya en sus anteriores aventuras editoriales.
Entre los veteranos está Manucho, un inocente hacedor de chistes mudos, de transparente inocencia y gran eficacia en la observación. También está Faruk. Entre los nuevos sobresale Viuti, con una historieta de marginados intelectuales (es¬pecie que abunda en la vida real por ese época), barbudos, sucios e inútiles; se llama Los Superados. También está Bróccoli (Histerio), dibujante fogueado ya en La Hipotenusa, la revista masculina Adán y el mensuario Panorama. Y Caloi, un adolescente cuyo lirismo atrae notablemente al público, que ya lo conocía por ser desde 1966 colaborador oficial de Clarín Revista, "insert" semanal del diario del mismo nombre, donde realizó una lánguida y meditabunda tira con pajaritos y luego (hasta la actualidad) una pagina semanal de chistes.
En Tio Landrú se halla también Pan Duro, un humorista amargo y de alto voltaje intelectual que antes habia firmado Verdoux en La Hipotenusa y que luego asumiría su nombre real: Limura. El pelotón lo completan Aldo Rivero, Ceo, Hermann, Vilar, Werffeli, Gorla.

1969. La desaparición de Tio Landrú provoca un gran vacío. Sólo quedan dos revistas de humor: Patoruzú, que aparece desde 1936 y alberga, junto a los personajes de Quinterno (Patoruzú, Isidoro, Don Fierro) a dos notables creadores de tipos humanos: Battaglia y Ferro; y Rico Tipo, nacida en noviembre de 1944 y que a la trágica muerte de Divito, su creador, en 1968, languidece irremediablemente para desaparecer en 1970.
Algunos dibujantes están ya publicando en revistas de información general. El talentoso Amengual, creador de hermosas máquinas y de complicadas historias, todas en un peculiar y magnífico estilo gráfico, trabaja para el semanario Confirmado. Sábat, el gran caricaturista uruguayo, sorprende desde las páginas de Primera Plana, para pasar luego al diario La Opinión (1971) y a continuación al diario Clarín, desde donde continúa deslumbrando con sus formas rápidas, su precisión y el ornamento que rodea a las figuras que caricaturiza diariamente.

1970. Las revistas de humor no dan señales de vida. Algunas pocas publicaciones no humorísticas albergan en sus páginas tiras y chistes y los diarios apenas renuevan sus páginas de historietas.
En La Nación, a Perro Mundo, una tira con animales de Heredia, se suma Punto en Boca, de Vilar, variante muda del juego de palabras. En Clarín, al morir Fantasio, autor de Tancredo, toman a Ian, un seguidor eficaz de Quino, que elabora buenos chistes mudos en su serie Chispazos.
El diario La Prensa suma a su página de tiras cómicas la tira de Robles (antes firmaba Selbor) La vida es una historieta, con reflexiones acerca del comportamiento cotidiano de los argentinos.
La revista Siete Dias Ilustrados comienza a publicar Juan y el Preguntón, de Bróccoli.

1971. Ya no existe Rico Tipo. Landrú parece dispuesto a no editar más revistas de humor como Tia Vicenta y colabora activamente como humorista político en Clarín, como escritor costumbrista en la revista Gente y como especialista en tomarle el pelo a los ejecutivos de las empresas en el semanario de negocios Mercado.
No es un año propicio para el humor, pero se avecinan tiempos mejores.

1972. A principios de año, en la provincia de Córdoba nace un intento que en principio es absolutamente localista y que poco a poco va agrandándose como fenómeno hasta llegar a tiradas de cien mil ejemplares por número. La nueva revista se llama Hortensia y la dirige Alberto Cognigi, un dibujante de trazo clásico y agudo sentido de la observación. Acompañan a Cognigni una decena de dibujantes cordobeses, entre los que se cuenta Crist, creador de la serie García y la Máquina de Hacer Pájaros, el caricaturista Marino, Jiménez, Martino, Chamartín y el excepcional rosarino Fontanarrosa, que aporta a la revista sus dos más grandes personajes: Inodoro Pereyra (desde setiembre de 1974 en revista Mengano) y Boogie el Aceitoso. El primero de los personajes es un gaucho, antítesis del acartonado Lindor Covas de Walter Ciocca y, probablemente, su caricatura. El otro, Boogie, es un gangster norteamericano que tiene la particularidad de hablar como en los doblajes portorriqueños de las series yanquis. Boogie es, seguramente, la más corrosiva historieta que esté en rodaje actualmente en Argentina.
A fines de 1972, el 1ro. de noviembre, aparece una publicación destinada a renovar la manera de encarar una revista humorística en el país. Se llama Satiricón y sus modelos son la revista alemana Pardón y la norteamericana National Lampoon. Es, dentro del mercado local, una revista lujosa, y bien diagramada.
En el aspecto de los dibujantes, Satiricón tiene a los mejores, capitaneados por el director de la publicación, Oskar Blotta (h), y Andrés Cascioli.
En Satiricón dibuja Fontanarrosa unas maravillosas historietas basadas en cuentos de Borges, en películas famosas, en best sellers literarios. También está Pérez D'Elias realizando graciosas adaptaciones de películas y teleteatros a la manera de Mad. Crist hace buenos chistes hermosamente dibujados. En el terreno del chiste de un solo cuadro sobresale ampliamente Limura, un reflexivo ácido y letal que elabora sus chistes a partir de largas e inteligentes parrafadas. Sus mutilados, sus impotentes y sus rameras son francamente memorables.
Satiricón publica la historieta El Sátiro Virgen, de Fernández y Branca. También publica las historietas unitarias de Alfredo Grondona White, un eximio narrador de original estilo.

1973. Satiricón comienza a crecer. Antes de fines de año estará en más de ciento cincuenta mil ejemplares de venta mensual. En el número 12 (octubre '73) desaparece El Sátiro Virgen por un conflicto entre empresa editorial y dibujantes y es reemplazada por El Marqués de Sade.
En 1973, exactamente el 7 de marzo, el diario Clarín cambia completamente su página de historietas. A partir de ese día y hasta la actualidad, publica El Mago Fafa, un ilusionista admirador de Mandrake dibujado por Bróccoli, Bartolo (desde enero de 1976, Clemente y Bartolo) de Caloi y chistes diarios de Fontanarrosa y Crist.
Hacia fines de año se edita el Libro de Hortensia, compilación de páginas publicadas por la revista cordobesa y llega a la elevadísima venta para un libro de 75.000 ejemplares en sólo dos ediciones.

1974. A principios de año, una aventura comercial llamada Maleficón sale a competir con Satiricón con un material humorístico francamente deplorable. No tiene ningún éxito y su poca venta se ve agravada por el hecho de que la empresa editora de Satiricón le inicia juicio por plagio de marca.
En setiembre (el 1ro., exactamente), aparece un competidor mis serio: Mengano. Cuenta entre sus colaboradores a Oski, Quino, Alberto Breccia, y algunos dibujantes que se han marchado de Satiricón para esta nueva aventura: Limura, Bróccoli, Amengual, Viuti y Fontanarrosa (estos dos últimos colaboran simultáneamente en las dos revistas). Se agregan a estos una nueva camada de dibujantes: Fati, ilustrador fuerte y novedoso, Serguei, buen narrador de chistes mudos y de historietas humorísticas de largo metraje y Sanyú, dibujante vigoroso e inteligente con un amplio espectro de posibilidades graficas.
En octubre, Satiricón es clausurada.

1975. La empresa editora de Satiricón publica una nueva revista, Chaupinela, revista en la que colaboran casi los mismos dibujantes que figuraban en el staff al cierre de la primera.
Sin embargo, las ventas no acompafian a la nueva publicación, que debe cambiar su frecuencia quincenal por mensual para sobrevivir y finalmente desapareoe en el mes de octubre.
Tampoco a Mengano le va bien. De una venta inicial de cien mil ejemplares quincenales ha bajado, en poco más de un año, a apenas veinticinco mil. Sin embargo su estilo se va decantando en la parodia de los géneros similares, como la historieta seria y el periodismo. Al equipo inical, algunos de cuyos más célebres integrantes han renunciado, se han sumado unos pocos excelentes humoristas: Liotta y Lembo, colaboradores también de Patoruzú, Suar y Werffeli.
En diciembre de 1975, reaparece levantada la clausura por la justicia el mensuario Satiricón.

Originalmente publicado en el catálogo de la Tercera Bienal del Humor y la Historieta (Córdoba, 1976)

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