Segunda parte de este trabajo que forma parte de una Tesina de grado (en desarrollo) para la carrera de Comunicación Social de la UBA, dirigida por Laura Vazquez.
Sexo
Tengo presentes tres antecedentes de la dupla Trillo/Varela. El Cuerno Escarlata, realizado en 2002, editado en Argentina en 2008. “El Inspector Potham” historia corta que no tuvo continuación en la revista Genios, publicada luego en Estupefacto. Ambas obras, dirigidas a priori hacía un público infantil. Y la tercera es “Sasha despierta”, publicada en FIERRO, durante el año comprendido entre abril de 2010 y abril de 2011. En El Cuerno Escarlata, detectamos guiños al público juvenil y adulto vinculados a relaciones sexuales y/o amorosas. Y estas referencias son, por lo menos, curiosas. La relación de Lamort (el villano de la historia) con una piedra mágica, a la que llama “mi cascotita”, “mi negrurita”. La piedra, para cumplir los deseos de su nuevo amo le pide “un besito”, a lo que Lamort responde: “vení acá, ladrillito mimosón”, mientras lo besa. La piedra piensa: “puaj, los besos del Gran Magón –su anterior dueño- eran más pasionales”. Hay un pantano que rodea el castillo de Lamort, que al ver a una princesa enjaulada piensa: “que fuerte está esa minita”. Las relaciones sentimentales entre los personajes, inclusive la procreación, abundan en la historieta. La gallina/corcel del escudero del héroe carga con su hijito huevo; el pantano tiene novia pantana y conciben un hijo pantanito; el ratón escudero enamorado de la princesa, la piedra mágica soñando con el Gran Magón como un apuesto príncipe; Lamort soñando que no depende de la piedra y por lo tanto nunca más deberá “hacerle arrumacos como si la quisiera con devoción. ¡No volveré a besarla!”; la relación entre los dos corceles que, luego de “una noche estrellada”, termina con el embarazo de la yegua. Desde la época de Mickey y el Pato Donald en la década del ´50 y del ´60, donde el sexo y las relaciones amorosas estaban ocultas, a El Cuerno Escarlata mucho ha cambiado en la historieta infantil.
“El Inspector Potham” es un policial futurista. La historia tiene guiños al género negro (vestido con un sobretodo Potham es un detective recio que maltrata a su subordinado) y a la ciencia ficción (la policía posee unas varas que lanzan rayos endurecedores). Potham tiene una novia pata, pero el dice mantener esa relación por fines instrumentales, así puede aprovechar la piscina y las comodidades de la mansión de su novia.
“Sasha despierta” cuenta la historia de Miranda, una chica “normal y corriente”, pero con un desorden de personalidad que la transforma en Sasha, una chica con actitud trash, actriz porno, promiscua y pendenciera. El villano de la historia es Marcelo, el hermano de Miranda, estrella de televisión, productor de películas snuff y asesino. Luego de vengarse de su hermano y exponerlo al mundo, Miranda retoma su vida y comienza un feliz noviazgo homosexual.
Estas historias hablan de límites flexibles y tolerancia a la hora de contar una historia que involucre –y todas lo hacen- las relaciones de pareja (o la posibilidad de). En el caso de Sasha, publicada en pleno debate y sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario (Ley 26.618/10) promovida en el Congreso Nacional por legisladores oficialistas y el Poder Ejecutivo, encontramos relaciones entre la ficción presentada y el contexto social que la incuba. Estas historias dan cuenta de las condiciones de producción complejas que generan una idea como la de Elvio Guastavino enamorado de una muñeca. La piedra y la muñeca, dos objetos inanimados plausibles de ser amados y deseados, especialmente en los mundos creados por Trillo y Varela.
Vinculado al sexo hay algo más en Guastavino que no es precisamente una idea de tolerancia por el otro, sino de todo lo contrario. Donde lo sexual se vincula con una intención obscena de degradación total del otro. Hay un momento clave: la “señora esposa del capitán Aarón Guastavino” llega junto a Elvio a su casa y encuentra a su marido a punto de violar a una mujer que mantiene atada a la cama matrimonial. Esta escena, contada en un rojo furioso -que se diferencia con el tono grisáceo del recuerdo de Elvio-, es el momento de la ruptura y la represión (Trillo C.; Varela L., 2009: 33). Años después, Elvio ve contrastados estos recuerdos por la aparición de la misma mujer y su relato (Trillo y Varela, 2009: 51). En esa recreación de la escena vemos a su madre decirle: “tu padre es una bestia, ¡no lo puedo creer! ¿Te das cuenta? Trajo a esa presa con el pretexto de obligarla a confesar vaya una a saber qué en este ámbito hogareño… cuando en realidad lo que quería era cogérsela”, y continúa: “¡La verdad! ¡Estoy diciendo la verdad! ¡El capitán Aarón Guastavino es un degenerado!”. Vuelta al presente. La mujer lo acusa también a Elvio de haberla violado, a lo que Guastavino responde: “¿Qué dice, loca de mierda? Cuando mi papi la trajo a este hogar cristiano para arrebatarle por la fuerza esos secretos que podían poner en peligro a la Patria, yo tenía ocho años”. La mujer sonríe y retruca: “Armaste tus recuerdos para que no te jodan ¿no?... ¡Tenés dos años más que yo, Elvio Guastavino!”, provocando el desgarramiento del rostro y del recuerdo encubridor que ocultaba los hechos en la cabeza de Guastavino. Dice un informe del COMFER sobre la obscenidad: “todo lo que, sin máscara, sin maquillaje y sin rostro, está entregado a la operación pura del sexo”. Tras la careta católica y patriota de los militares, se escondía la obscenidad y la impunidad del poder destructivo, de poder someter a su voluntad –al fin- a mujeres que nunca se hubieran podido coger.
Estas escenas, donde cruzamos lo político y lo sexual, las leo como un comentario crítico de los autores hacia la actitud de la sociedad argentina frente a los crímenes de la dictadura. Una respuesta al “no sabíamos nada” y “algo habrán hecho”. Esa actitud es la que asume Elvio en este caso, se recuerda a sí mismo como un niño inocente que nada sabía y nada podía frente a su padre, pero en realidad era un adulto consciente, culpable y cómplice de los crímenes que se llevaron a cabo. Y cuando ese pasado vuelve a ser puesto en el tapete para ser juzgado por la víctima (recordemos la nulidad de las “leyes de impunidad” y la reapertura de los juicios), Elvio se alza en una voz –que nos suena familiar- que denuncia: “¡Usted no puede venir a remover mierda a un hogar cristiano, comunista!” (Trillo y Varela, 2009: 57).
Humor
El libro hace gala del talento de los autores para el humor negro y la parodia. En la continuación de la escena de la violación, Aarón le explica a su hijo que va a salir a cenar afuera con la esposa para “explicarle que lo que creyó ver no fue como ella piensa”. “–¿Y yo?, responde Elvio. –¿Vos qué, Elvio? Hacéte un sánguche, hay fiambre en la heladera”. Los autores nos llevan de la representación carnal de la violencia estatal a un comentario costumbrista y cotidiano, ajeno a esos hechos. Dice Henri Bergson en su ensayo sobre la risa (1939: 14): “lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anestesia momentánea del corazón. Se dirige a la inteligencia pura”. Siguiendo esa idea hay otra viñeta interesante. En el número 36 de FIERRO, se publica un especial de historias cortas de una página. En esa plancha, Trillo y Varela narran una secuencia donde Elvio, despechado porque su madre imposibilita la “culminación” de su amor por Luisita, le prepara –literalmente- un licuado de mierda fresca que la famélica mujer bebe encantada. Guastavino mira por la ventana y piensa: “¿Será posible, Luisita, que hasta mi santa madre esté impidiendo que consumemos nuestro amor?”. En estos momentos de la historieta se hace más presente el efecto que provoca el dibujo de Varela. En sus propias palabras: “creo que el choque de la historia medio oscura y patética con el dibujo cartoon crea una leve perturbación en el lector” (Berone, 2009). Escribe Bergson (1939: 15):
[…] para comprender la risa hay que reintegrarla a su medio natural, que es la sociedad hay que determinar ante todo su función útil, que es una función social […] La risa debe responder a ciertas exigencias de la vida en común. La risa debe tener una significación social.
No podría decir con certeza por qué nos reímos de Guastavino y sus peripecias, tal vez tampoco reímos, a lo sumo formamos una mueca ácida, quizás así también nosotros –junto con los autores y la sociedad- exorcizamos nuestros propios demonios, al tan mentado “enano fascista”.
Conclusiones preliminares
La obra analizada surgió en un determinado escenario: FIERRO reaparece después de 14 años y abre un espacio para viejos y nuevos artistas del medio; Carlos Trillo transitando una larga y prolífica madurez creativa; Lucas Varela despuntando como uno de los renovadores de las historietas producidas en nuestro país, con un estilo personal identificable y arriesgado; un contexto cultural/político tolerante ante temáticas antes problemáticas. En esta red de significaciones, El síndrome Guastavino opera como obra constituida y a su vez constituyente del campo político, cultural e historietístico.
En la obra se hace una referencia no explícita a la última dictadura militar, sus crímenes y sus consecuencias. Pensamos que propone un acercamiento particular al tema: toma distancia y utiliza el humor negro. El humor es el cristal por donde se filtran los hechos narrados. Tengo la impresión que ante un panorama social donde algunos de los crímenes cometidos están siendo juzgados (con amplio consenso social), es posible volver al tema y tratarlo de forma diferente. Ahora que se hace Justicia, podemos hablar con mayor libertad y reírnos de ello.
Tanto FIERRO como El Síndrome Guastavino se insertan dentro de un mercado editorial diferente al de los ´80 y ´90. Ya la revista Barcelona (surgida en el año 2003) había instalado la propuesta de “joder con todo y todos”. Barcelona corrió el límite de lo decible en el humor gráfico masivo y se rió de lo intocable: desaparecidos, aborto, consumo de drogas, judaismo y nazismo. Podríamos decir que el humor negro se va convirtiendo cada vez menos en la excepción.
Una idea que atraviesa a los autores, en sus trabajos por separado y en los conjuntos, es que los personajes tienen el derecho de vincularse sentimentalmente con quien quieran. Asistimos a una propuesta democratizadora (en el sentido que presenta un pluralidad de opciones) del erotismo, con menos prejuicios y criticando los comportamientos discriminadores. Aún tipos desequilibrados como Elvio Guastavino (diagnosticado como enfermo, portador del síndrome de su padre), tiene la posibilidad de consumar su amor. Se ha corrido el límite de lo tolerable también en este tema. Los autores aportan carnadura al personaje de Luisita que, aún siendo un juguete, es la mujer que moviliza las acciones del protagonista. Su existencia se vuelve real en las consecuencias de las acciones de Elvio.
Por último, creo que la aparición e intervención de esta obra permite afirmar todo lo que potencialmente las historietas puede ofrecernos: relatos –dibujo y texto- imaginativos y audaces, lecturas inteligentes de hechos actuales y pasados, nuevas formas de recuperar sucesos históricos que queman en la memoria de una sociedad, un cruce de géneros y sensibilidades, la inclusión de tensiones sociales y una posibilidad de lidiar con ellas.
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